Ilusión: cómo afecta a nuestra salud y bienestar
La noche de Reyes es la noche de la ilusión. Sin embargo con la edad y los golpes de la vida perdemos las ilusiones y las ganas. Una sensación de vacío que afecta a nuestra salud y a nuestro bienestar, recordándonos la importancia de ilusionarnos con los mismos ojos que los pequeños de la casa esperando a sus Majestades. ¡Felices Reyes!
Victor Hugo escribió que “el alma tiene sus ilusiones, como el pajarillo sus alas: son ellas quienes las sostienen”. La ilusión es una mezcla de entusiasmo, alegría y esperanza. Como decía Balzac, “lo mejor de la vida”.
Sin embargo con los años y las experiencias negativas vamos perdiendo las ilusiones. Vamos ‘desganándonos’ pese a que la la ciencia ha demostrado la decisiva influencia de la ilusión en el bienestar y la salud.
Especialistas en Psicología sostienen que la ilusión también puede aprenderse -o reaprenderse-, y para ello recomiendan “entrenar la imaginación, confiar en uno mismo y ser optimista”.
Hace unos años, 200 especialistas en la materia se reunieron -coordinados por el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid y la fundación ONCE- para analizar este asunto, con el objetivo de trabajar en la recuperación de la ilusión, en tiempos como los que se estaban viviendo entonces -y continúan- de crisis.
“Las personas podemos tener sentimientos de tristeza, desolación y desesperación por el paro, pero la ventaja que tenemos los seres humanos es que podemos yuxtaponer emociones y situaciones. Podemos estar preocupados por ejemplo por el trabajo pero también ilusionado con que mi hijo ha aprendido a escribir la letra A o que va a salir en el festival de final de curso o porque voy a ver a un amigo con el que no quedo desde hace tiempo”, explicaba entonces una de las psicólogas.
La falta de ilusión puede ser transitoria, a consecuencia de algún hecho: la muerte de un ser querido, la pérdida de un trabajo, una ruptura sentimental, una desilución que nos quite las ganas... Esa falta de ánimo puede ser normal pero debemos intentar que no se arraigue.
La desilusión crónica es más preocupante porque se convierte en parte de nuestro carácter y forma de ser. Un desánimo que puede llevarnos a una depresión o a generar problemas mentales. Y que se puede manifestar con un abandono de nuestras metas y objetivos, tristeza crónica, sensación de vació e insatisfacción, desgana, aburrimiento...
Por ello, los expertos recomiendan que ante este panorama intentemos buscar iluusiones nuevas, no temer fracasar sino por el contrario animarse a dar pasos nuevos y a emprender caminos hasta ahora desconocidos; valorar nuestros logros y cuidar la autoestima.
La noche de Reyes es probablemente la noche de la ilusión por excelencia. El valor de esta jornada, encabezada por los pequeños de la casa, es indudable para ellos, guiados por la inocencia y las ganas, por la emoción. Pero también puede ser un escaparate en el que mirarnos para recuperar la ilusión, para aprender de los niños y las niñas cuán importante es el poder de ilusionarse.