El pasado fin de semana, al cantante Sergio Dalma se le fue de las manos la subida de adrenalina de volver a cantar en un escenario. Tuvieron que llamarlo al orden por “incitar” al público a no respetar las medidas sanitarias. Cantaba en ‘Las Noches del Malecón’, en Murcia Río, un espectáculo que ponía el broche final a este ciclo de conciertos. El público debía bailar desde sus asientos, sin levantarse ni juntarse para respetar las medidas de prevención del COVID-19. Pero en la emoción, Dalma los animó a hacer caso omiso de la petición de no levantarse llegando a decirles que si les volvían decir que se sentaran él pararía el concierto y no continuaría. Pero quienes decidieron frenar el concierto fueron los organizadores. “No podemos permitir que nadie, sea quien sea, ponga en riesgo todo el esfuerzo realizado durante los más de sesenta shows que hemos celebrado en nuestra tercera edición”, explicaron los organizadores. “Estamos viviendo momentos muy difíciles y no le vemos ningún sentido a actitudes que inciten a saltarse las normas”, añadían.

A Sergio Dalma lo acusaron de negacionista, por lo que el músico tuvo que retractarse: Quiero pedir disculpas al público y a la organización. Lo cierto es que algunas personas estaban levantándose para bailar en su asiento y yo me excedí en mi ánimo de intentar que todos disfrutaran desde su asiento, pero de pie y siempre con mascarilla”. Además quiso dejar claro que no era un negacionista y que todo su equipo sigue un “protocolo exhaustivo anti covid”.

Otros famosos, sin embargo, no solo no se sienten incómodos sino que presumen de llevar la etiqueta de negacionista. De los más notorios quizás es Miguel Bosé, pese a que la pandemia se llevara a su madre, Lucía Bosé, en teoría víctima del coronavirus. También fue sonado el caso de Hans Kristian Gaarder, uno de los principales referentes del negacionismo noruego. Famoso por celebrar fiestas ilegales y difundir sus teorías por redes sociales, dio positivo poco después de uno de estos eventos multitudinarios y falleció a consecuencia del COVID-19.

En EFE Salud, Alicia  Martos, psicóloga especializada en comunicación no verbal y analista de los comportamientos negacionistas, explicaba que “el miedo y un estado de ansiedad o incertidumbre” es lo que empuja a las personas a esos posicionamientos negacionistas. “Es un mecanismo de defensa que podemos experimentar todos a lo largo de la vida ante acontecimientos ligera o gravemente traumáticos. Se produce ante un cambio rápido e impactante que despierta como una sensación de irrealidad en la persona porque no ha habido un proceso de adaptación”, explica. Si a ello se le suma que sean personas con dificultades para acatar normas, tenemos el cóctel perfecto para un negacionista, añade la psicóloga Timanfaya Hernández, que agrega: “Si a ello se suma un carácter al que le cuesta más adaptarse a las normas dictadas desde arriba, nos encontramos con el clima perfecto para que se de una conducta negacionista”.

Al otro extremo se encuentran las personas obsesionadas con las medidas anti COVID-19. Los expertos han alertado de que cada vez más personas están desarrollando un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) a raíz de la experiencia vivida durante la pandemia de coronavirus. El TOC de limpieza y orden es el más común actualmente y lleva a quienes lo padecen a lavarse las manos por encima del promedio, algunas hasta 60 veces al día o incluso más. Según el informe 'Las consecuencias psicológicas de la COVID-19 y el confinamiento', elaborado por varias universidades españolas, las personas que ya padecían algún trastorno lo han agudizado y han aparecido en otras que no habían presentado síntomas hasta el momento. Además, las emociones que más ha desatacdo la pandemia han sido “ansiedad, depresión e ira”.

Los expertos recomiendan por lo tanto ante esta situación "aceptar la pandemia", tanto su existencia como sus consecuencias; "mantenerse informado, pero evitando la sobreexposición a la información"; recibir y dar apoyo social; mantener las rutinas en la medida de lo posible y procurar evitar cafeína, alcohol o estimulantes, que deben sustituirse por una alimentación sana y equilibrada.