Aprender un nuevo idioma, ¿qué debemos saber?
La lingüística aplicada estudia la enseñanza de las segundas lenguas, un proceso científico e interdisciplinar en constante evolución, donde influyen distintas metodologías y enfoques. ¿Qué debemos saber entonces antes de decidirnos a aprender un nuevo idioma?
Todo el mundo sabe que en realidad el año comienza en septiembre y que, con la llegada del nuevo curso, florecen los buenos propósitos y las listas de hacer y aprender cosas nuevas. Y junto a la eterna dieta, aprender ese idioma que siempre nos hubiera gustado pero se nos resiste suele ser una de esas cosas para hacer en septiembre.
Pero antes de decidirnos a aprender un idioma hay algunas cosas que deberíamos saber. La lingüística aplicada estudia la enseñanza de las segundas lenguas, un proceso científico e interdisciplinar en constante evolución, donde influyen distintas metodologías y enfoques. Por ejemplo debemos conocer que para aprender una lengua influye mucho la motivación con la que nos enfrentemos a ese nuevo estudio, pero también el modo en que lo hagamos, nuestra edad, el conocimiento del mundo que nos rodea o las estrategias de comunicación que desarrollemos en ese proceso.
Por ejemplo al adquirir una nueva lengua podemos optar por tres vías: una estrategia comunicativa de reducción es la que aplicamos cuando optamos por no abordar temas en los que no nos sintamos seguros al no dominar bien el léxico; esto es, decidimos simplificar el mensaje. Una estratega denominada compensatoria o de consecución es si en lugar de omitir, optamos por inventar términos, parafrasear o explicar los contenidos buscando otra vía. Por último una estrategia interactiva es la que aplicamos cuando al no saber algo, optamos por preguntar y pedir aclaraciones.
También tenemos que tener en cuenta que la metodología de enseñanza de las lenguas ha evolucionado profundamente, destacando cada vez más su lado científico y sus resultados empíricamente contrastables. Originariamente las lenguas se enseñaban con un método de gramática y traducción más tradicional, donde la lengua escrita era la base y conocer la gramática y el léxico de un idioma, el fundamento. El ejercicio más frecuente para lograr los objetivos era la memorización y el papel del profesor era fundamental -transmitía conocimientos lingüísticos de manera unilateral-, mientras que el estudiante tenía un papel pasivo.
Esta metodología evolucionó en los años 20 y 30 del pasado siglo hacia el denominado método directo, donde se introduce la lengua coloquial y un nuevo sistema lingüístico con dinámicas más enfocadas a realizar preguntas y respuestas que asignen un rol más activo al estudiante, pese a que el profesor sigue siendo el protagonista absoluto, ya que es quien dirige el intercambio entre el alumnado.
Ninguno de los dos modelos contrapuestos llegaba a funcionar, por lo que se evolucionó hasta el modelo audiolingüe/situacional. Se trataba de introducir un sistema formado por estructuras en las que se unían distintas disciplinas: fonología (pronunciación, acentuación y entonación); morfología (formación y composición de palabras) y sintaxis (relación y orden entre los elementos de una oración). El objetivo es lograr el objetivo de aprender un idioma a través de actividades como los diálogos.
Esto nos lleva a su vez a ser capaces de integrar distintos enfoques para aprender una lengua: desde un enfoque comunicativo, donde la lengua es el instrumento básico de comunicación, hasta unas metodologías donde se profundice más en el léxico -puesto que las palabras permiten la comunicación por encima de la gramática, según esta teoría-; en los aspectos cognitivos o en la mezcla de conceptos y la sociedad en que se desarrolla. En este sentido está el enfoque plurilingüe, que se centra en enseñar la lengua vinculada a su cultura.
Sea como sea, el docente debe ser capaz de adaptarse a sus alumnos, de organizar situaciones motivadoras e implicar a sus estudiantes en el control y la evolución de su propio aprendizaje. Porque si bien es cierto que la juventud ayuda -un cerebro joven tiene más capacidades para adquirir una nueva lengua-; la juventud también es más dispersa, y un cerebro maduro con una alta dosis de motivación arropado por un buen docente que sepa hacer lúdico el aprendizaje, puede obtener muy buenos resultados. Así que aprovechemos el septiembre, que nunca es tarde para seguir aprendiendo.