DOCUMENTOS QR
Galdós y la moda
Es un escritor que desmenuza con buena pluma, porque conoció el paño de primera mano, la psicología de su legión de personajes. Es verdad que sigue la brecha abierta por el francés Balzac y su Comedia humana, pero adaptada a la España del siglo XIX, de la que nos ofrece un inteligente retrato. A Galdós hace años que lo bauticé con el sobrenombre de “El Vogue de las letras”. Sí, la emblemática revista estadounidense nacida en 1892. En sus novelas hace una interesante parada y fonda en la moda del momento. Nos la describe con rigor y precisión, además de implicarse en la corriente que defendía las costumbres autóctonas, en claro rechazo a las importadas de Francia.
No quiero entrar en recientes polémicas de escritores, de si tú dijiste de Galdós y yo te contradije… El autor de la gran crónica sociológica de la España del XIX, como antes lo hiciera Cervantes con su Quijote, siempre estuvo en el punto de mira de las insidias. “Que hablen de uno, aunque sea bien”, dicen que dijo Dalí. Con las minuciosas descripciones propias del estilo narrativo de la época -la imagen todavía tardaría un rato en hacerse dueña de nuestras vidas- el escritor canario nos va descubriendo cómo eran las modas y modismos de su tiempo. Otros, como Clarín en su “Regenta”, también le dedican espacio, pero no son tan concienzudos como don Benito y, por supuesto, no toman partido. Empecemos, por ejemplo, con el capítulo dedicado a Cádiz en sus “Episodios Nacionales”.
“Ocurrió esto el día de la bomba. Pues me refiero a un día memorable, porque en él cayó sobre Cádiz, y junto a la torre de Tavira, la primera bomba que arrojaron contra la plaza los franceses (…) Los muchachos sacaron de la bomba el plomo que tenía, y se lo repartían, llevándolo a todos lados de la ciudad. Entonces usaban las mujeres un peinado en forma de sacacorchos, cuyas ensortijadas guedejas se sostenían con plomo y de esa moda y de las bombas francesas que proveían a las muchachas de un artículo de tocador nació el famosísimo cantar: “Con las bombas que tiran/ los fanfarrones, / hacen las gaditanas /tirabuzones”.
Siempre he considerado que la ambientación de una novela se consigue también por la descripción de la vestimenta de los personajes. La moda, como fenómeno sociológico, es un reflejo de la sociedad de cada momento. Así también lo entendió Galdós, del que este año se cumple el centenario de su muerte. Sigamos con Los “Episodios Nacionales”, en este caso con el capítulo “La Corte de Carlos IV”, donde para sorpresa de los modernos de hoy, ya en el Madrid de 1807 se aplicaba la moda sostenible más por necesidad que por esnobismo, como suele suceder ahora. “Ir a la calle de la Reina, número 21, cuarto bajo, donde existía un taller de estampación para pintar telas, pues en aquel tiempo los vestidos de seda, generalmente de color claro, se pintaban según la moda, y cuando ésta pasaba, se volvían a pintar con distintos ramos y dibujos, realizando así una alianza feliz entre la moda y la economía, para enseñanza de los venideros tiempos”.
Sería interminable transcribir todas las alusiones que Galdós hace a la moda, así como la cantidad de detractores que tuvo. Valle-Inclán fue el más conocido. Lo tildaba de garbancero por su afán de mezclarse con el pueblo. Galdós era un “reportero literario”. Abominaba de la escritura burocrática, de esa que, desgraciadamente se ha instalado hoy en periodistas y juntaletras y gustaba de tomarle el pulso al realismo social manchándose de polvo los zapatos.. En su novela “Fortunata y Jacinta” hay una pasaje en el que Galdós, por boca del pueblo, expresa su rechazo a las modas foráneas. Jacinta lleva un polisón en la visita que hace con Guillermina a la corrala. “_Señá Mariana, ¿ha visto que nos hemos traído el sofá en la rabadilla? _No puedes figurarte- contesta Guillermina a Jacinta- el odio que esta gente tiene a los polisones, en lo cual demuestran un sentido estético superior al de esos haraganes franceses que inventan tanto pegote estúpido”.
En 1694, el Diccionario de la Academia Francesa incluyó la acepción “esclavas de la moda”, lo que hoy denominamos “fashion victim”. Una de ellas es Rosalía, la protagonista de la novela de Galdós “La de Bringas”. Inducida a comprar compulsivamente por su amiga Milagros, una”influencer” de la época, acabará en tratos con usureros y arrojada, por desesperación monetaria, a los brazos de un amigo seductor, Manuel María José Pez, que luego la dejará en la estacada. Un caballero descrito por Galdós de la siguiente guisa: “hablando de mujeres y banalizando sus gustos, Pez dijo de Milagros que era como los toros, que acuden más al trapo que al hombre”.
“La de Bringas” se desarrolla desde marzo de 1868 hasta la revolución de septiembre, con la caída de la reina Isabel II y Galdós aprovecha para hacer un paralelismo entre este hecho histórico y la vida de su protagonista, que arrastra su dignidad por el fango, al ser incapaz de controlar sus impulsos consumistas. Cuenta Galdós que el marido de su protagonista, económicamente dependiente de él, como era normal en aquellas fechas, reprobaba que su mujer variase de vestidos y gastase en galas y adornos. Pero ella hacía oídos sordos y escuchaba las ideas de su amiga Milagros. “Estos consejos- escribe Galdós- no tenían término, y si se tomara acta de ellos ofrecerían un curioso registro enciclopédico de esta pasión mujeril que hace en el mundo más estragos que las revoluciones”.
El hombre también era tratado por Galdós desde el ámbito de la moda, pero, evidentemente, con otro cariz y haciéndole partícipe de su propia aversión a las modas galas, que era una manera más de querer a España, al estilo de los escritores del 98. Volvemos al capítulo “La Corte de Carlos IV” de los “Episodios Nacionales”. “Como hombre poco dispuesto a transigir con las novedades peligrosas del jacobismo, el Marqués se esforzaba en conseguir que su persona fuese espejo fiel de sus elevados pensamientos; así es que miraba con desdén los trajes de moda, y tenía gusto en sorprender al público elegante de la Corte y Villa con vestidos anticuados de aquellos que sólo se veían ya en la veneranda persona de algún consejero de Indias. Por esta razón, si usó hasta 1798 la casaca de tontilla y la chupamandil, en 1807 todavía no se había decidido a adoptar el frac solapado y el chaleco ombliguero, que los poetas satíricos de entonces calificaban de moda anglo-gala.” Galdós, el gran cronista de la moda española del XIX.