Cultura e historia: Semana Santa más allá del sentimiento religioso
Más allá del fervor religioso, la Semana Santa es una fiesta que atrae cada año a personas de todo el mundo por sus impresionantes procesiones, sus costaleros alzando los pasos, la belleza de las imágenes. Arte y cultura propias, señas de identidad de nuestro país.
La Semana Santa, como bien sabemos en nuestra cultura, es la última semana de la Cuaresma, y se desarrolla desde el Domingo de Ramos -adelantado por el Viernes de Dolores- hasta el Domingo de Resurrección. Una festividad de la religión católica que la Iglesia dedica a recordar la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús.
Nadie pone en duda por lo tanto su valor religioso, un tiempo de recogimiento, devoción y purgación de pecados. Pero más allá de este fervor cristiano, la Semana Santa es también un espectáculo cultural, una seña de identidad. Uno de los momentos y espacios más arraigados de la cultura española.
Inmersos en esta Semana Santa, en la que tras dos años de pandemia, los pasos han podido regresar a las calles, analizamos por qué la Semana Santa es un derroche de arte y cultura popular. Esa cultura por la que braman los turistas que llegan cada año desde todas las partes del mundo para ver la Semana Santa española. Muy especialmente la de lugares como Sevilla o Málaga, aunque también de otras ciudades como Valladolid o Cuenca, declaradas todas ellas de Interés Turístico Internacional desde 1980. En Andalucía la Semana Santa es sin duda uno de los momentos más ansiados del año. Del mismo modo sucede en Ceuta.
Semana Santa que convierte las calles en una escenificación de la vida y la muerte de Jesús. Los pasos, tanto los Cristos como las Vírgenes son auténticas obras de arte. Crucifijos, reliquias, figuras, muchas de ellas conservadas siglos tras siglos, que además de despertar el sentimiento religioso, impresionan por su belleza y conservación.
Los tejidos son otra seña de identidad. No solo los mantos aterciopelados de la virgen que encandilan con su belleza. Sino también la puesta en escena impecable de todo el paso, de todos los integrantes. Así como las diferentes túnicas y capirotes que integran la procesión. Todos ellos al unísono, dejando por las calles un auténtico espectáculo visual.
El hecho de que los costaleros carguen sobre sus hombros los pasos del Cristo y la Virgen es una visión que indudablemente llama la atención del viajero que llega y por primera vez y aprecia frente a sí estos movimientos. Más allá de la religión, ver cargan esos pasos, muchos de ellos incluso descalzos, es realmente sorprendente. Cuando, en ocasiones, madre e hijo se encuentran, como es el caso de la Hermandad del Encuentro, la escena se torna emocionante.
La música que acompaña esta fiesta es otra seña de identidad. No solo esa banda acompasada que inunda de rotundidad la escena, sino toda la música que acompaña y define a la Semana Santa.
Mientras en algunas ciudades como Zamora se conservan prácticamente intactas la austeridad, la oración y el silencio como señas de identidad de sus procesiones, en Andalucía el cante acompaña a los pasos. Es el caso de las saetas. Son textos musicalizados compuesto por cuatro o cinco versos octosílabos que aluden al significado religioso. Ya nos lo dejó en el alma y cantado Joan Manuel Serrat con las palabras de Antonio Machado: “Oh, la saeta, el cantar / Al Cristo de los gitanos/ Siempre con sangre en las manos/Siempre por desenclavar/Cantar del pueblo andaluz/ Que todas las primaveras/Anda pidiendo escaleras/Para subir a la cruz”.