QRÓNICA DE CINE
Cine…de muerte: El zombie en la gran pantalla
Su enorme peso en el imaginario popular ha dado pie a multitud de representaciones en otros medios como literatura o videojuegos.
La figura del zombie ha detentado desde siempre una posición de gran interés tanto en el género de terror como en la industria del séptimo arte en general.
En su recorrido por la pantalla siempre ha estado acompañado, además, por una singular evolución en concordancia con el devenir de los tiempos, lo que en último término ha permitido mantener el tópico en alza durante sus casi 8 décadas de existencia.
Aquellas tétricas creaciones sin voluntad, muy propias de la magia negra, el vudú y el exótico folclore caribeño han acabado por dejar paso a una nueva generación de muertos vivientes contemporáneos, cuyo sorprendente éxito sigue sembrando el miedo entre las butacas de las salas de cine. Así, los inicios del mito fílmico zombie se encuentran en otra leyenda del espanto cinematográfico: Bela Lugosi, el aclamado actor húngaro que encarnó por vez primera a Drácula en 1931.
Fue al año siguiente de este su gran éxito que el reputado intérprete participaría en la cinta La legión de los hombres sin alma, de Victor Halperin. En esta ocasión, el carismático Lugosi abandonaba la capa y los colmillos para sustituirlos por toda la parafernalia propia de la hechicería y cultura cajún.
Tiempo más tarde, volvería a desempeñar un papel similar junto a su acérrimo rival Boris Karloff –conocido por su actuación como Frankenstein– en Zombies en Brodway (1945) una disparatada comedia de terror que sentaría las bases para posteriores títulos del estilo como la prolífica Zombie’s Party (2004), de Edgar Wright.
Tras un corto período de declive en el que se estrenarían títulos que se limitarían a pasar sin pena ni gloria por taquilla, George A. Romero llegó con la clara intencionalidad de dar una capa de barniz al subgénero y dotarlo de un nuevo fondo narrativo:
No sólo nacía el muerto viviente moderno, sino que también era concebido un tipo de cine de zombies de mayor profundidad, en el que las relaciones intrapersonales y las hondas críticas a la sociedad de consumo se convertían en una constante.
La noche de los muertos vivientes (1968) significó la inauguración de este nuevo fenómeno de masas. El metraje resultaría además un acto de rebeldía en sí mismo al contar con el afroamericano Duane Jones en el papel principal, declarándole así la guerra al racismo rampante que azotaba aquellos duros años.
Esa estela sería seguida por su secuela El amanecer de los muertos (1978) –en la que quedarían retratadas las crudas tensiones sociales de la sociedad norteamericana– y por las entregas posteriores de la reputada franquicia.
Con el paso de los años, se sucederían multitud de obras que, aun siendo originales y ofreciendo planteamientos singulares, se encontrarían adscritas en mayor o menor medida al modelo que Romero había desarrollado: Re-Animator (1985), El terror llama a su puerta (1986) o Braindead (1992) constituyen algunas propuestas interesantes dentro de esta tendencia.
Tras unas breves vacaciones, el interés se renovó con blockbusters como 28 días después (2002), de Danny Boyle, REC (2007), de Jaume Balagueró o Bienvenidos a Zombieland (2013), de Ruben Fleischer.
Así, aún con sus altos y sus bajos, el cine de zombies sigue en la ardua y permanente tarea de reinventarse para poder alcanzar a unos espectadores que siendo difíciles de aterrorizar, están más dispuestos que nunca a disfrutar de nuestros amigos podridos en el celuloide.