Análisis de Patria: «los años de plomo» en Euskadi
Desgranamos para Qrónica la novela en la que se basa la nueva y esperada serie de HBO Europe.
Cuando Patria fue publicada en 2016, Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) dijo sobre su novela que no contenía ningún tipo de valoración o posicionamiento con respecto a lo que ETA supuso en la ecuación del conflicto vasco.
No obstante, bien podría entreverse en las casi 700 páginas que alcanzaba el volumen una suerte de consideración histórica acerca de los frutos más amargos engendrados por la problemática nacionalista.
Tras la disolución de la banda armada, punta de lanza de las reivindicaciones identitarias vascas durante seis décadas, se hacía inevitable un ejercicio de memoria que pusiera en orden las insidias, escaramuzas y dolor que caracterizó durante tanto tiempo a la realidad cotidiana de Euskadi.
Así Aramburu, valiéndose de su sensible y cercana prosa se arrojó la responsabilidad de llevar a cabo el retrato sentimental de esta época convulsa, de cuando las pistolas pesaban más que las palabras.
No se trata sin embargo de la primera aproximación que el autor hizo del tema. Con Los peces de la amargura (2004), el donostiarra ya llevó a cabo la primera toma de contacto a través de una cuidada antología de historias cortas que funcionó como preludio de la que años más tarde se convertiría en su obra culmen.
Patria completó en cierto modo la tarea de ofrecer al lector una comprensión más completa de los acontecimientos acaecidos en el País Vasco, poniendo en tela de juicio el relato oficial tantas veces predicado por los medios de comunicación:
No hay bandos moralmente ganadores ni perdedores, sino simple confrontación que en última instancia es instrumentalizada por los dirigentes de ambas trincheras para fines políticos.
La podredumbre de las instituciones del estado y el desamparo por parte de ETA de quienes se sumaron a la presunta causa revolucionaria no son sino dos caras de una misma moneda.
Bajo esa premisa, el escritor nos introduce a las dos familias protagonistas de la historia: la de Txato y Bittori junto su descendencia, Nerea y Xabier por un lado y a la de Miren y Joxian, con sus hijos Joxe Mari, Arantxa y Gorka por otro.
La profunda relación de amistad que une a ambos clanes alcanza de manera señera el rango de hermandad. Desde los años de juventud, sendos matrimonios han compartido multitud de vivencias pero, como consecuencia del malsano enfrentamiento de posturas, todo aquello es arrastrado por el fango.
El ambiente estanco rural y la segregación de la disidencia se convierte en la peor pesadilla de Txato, quien sufre en sus carnes las consecuencias de marcar distancias con la lucha abertzale en una sociedad totalizadora que transforma lo político en personal.
El espacio geográfico del municipio sin nombre en que se suceden los acontecimientos –que procura emular las villas euscaldunas de la Euskadi profunda– se convierte en el íntimo purgatorio de los personajes principales, el lugar del eterno retorno donde, si bien se inicia el conflicto argumental, entrañará también su resolución.
La organización de la obra se basa a su vez en episodios cortos en los que el narrador adopta la voz de cada uno de los actores que de ella participan, lo que añade ingenio y solvencia a la escritura ágil pero efectista de Aramburu. Esto permite también seguir con facilidad las interesantes reflexiones vertidas sobre la deshumanización del otro y de la llamada «trampa de la colectividad», que diría el psicoanalista Erich Fromm.
Por otra parte y de igual forma que en la novela hay cabida para la crudeza propia de estos y aquellos ambientes, el peso principal de la narración recae sobre el tópico de la reconciliación.
Aramburu pretende por encima de todo suturar heridas, motivo por el que, lejos de ofrecer en el libro una hagiografía de cualquiera de las partes, brinda ese deseado consuelo de comunidad, ajeno a cualquier proyecto político y comprensivo con el dolor del semejante.
Cabe esperar que la adaptación televisiva producida por HBO, cuyo estreno tendrá lugar el próximo 27 de septiembre en el Festival de Cine de San Sebastián esté a la altura del material original –y de obligatoria lectura– al que se remite:
Patria es de ese tipo de obras que, sin necesidad de recursos grandilocuentes ni de barroquismo literario llega al corazón de los lectores para apelar al civismo y a esa convivencia pacífica que se nos debería presuponer en tanto que seres humanos.