Jesús Luna: "Viajar te enseña que puedes ser feliz con menos cosas"
En el currículum de Jesús Luna Torres (Ceuta, 1965) pone Licenciado en Educación Física y Deporte, Doctor en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, Licenciado en Antropología Social, docente de Actividades en la Naturaleza en el INEF y experto en el Programa de Enriquecimiento Educativo para alumnos de altas capacidades, entre muchas otras cosas.
La unión de actividad física y cultural da una ligera idea de qué clase de profesor tenemos delante. Sin embargo, Jesús Luna es mucho más para quienes le conocen mejor. Viajero incansable, experto en cultura precolombina, jefe de campamento de la Ruta Quetzal durante 25 años y voz de la conciencia de los 10.000 jóvenes que participaron en ella.
Acaba de presentar “Diario de un Quetzal: primera expedición científica a América. Francisco Hernández 1570-1577”, un libro en formato diario con las experiencias directas de su primera vez como director de la expedición Ruta Quetzal en 1997. Ese año el fundador e inspirador de la Ruta Quetzal, Miguel de la Quadra-Salcedo, y 200 jóvenes de todo el mundo recorrieron los pasos del protomédico y antropólogo Francisco Hernández en España y México en la época de Felipe II.
¿Qué hacía un médico de la corte de Felipe II en México?
Francisco Hernández era un reconocido científico que abandonó su vida en la corte cuando recibió el encargo del rey de recopilar todo el saber sobre medicina y naturaleza en la entonces todavía desconocida Nueva España. Completó casi mil folios con descripciones botánicas y tratamientos, además de dos mil ilustraciones de incalculable valor. Exploró también la cultura, historia y religión con tal interés que los indígenas lo apodaron “El preguntador”. Su vocación humanista lo llevó a escribir su obra en latín y traducirla también al castellano y al náhuatl para que todos tuvieran acceso a ella. A pesar de su labor en dar a conocer y valorar las maravillas de México, es un desconocido hoy en día.
Además esta figura histórica ¿qué podemos encontrar los lectores en este diario?
Descubrir una experiencia única, de viajar aprendiendo, de encontrarte a ti mismo, de ser feliz con menos cosas. Aprendes a compartir las alegrías, las tristezas y las fatigas. Todo eso te hace crecer como persona. En el diario puedes encontrar el espíritu de cohesión y trabajo en grupo que caracteriza la ruta. Nosotros ese año convivimos con los los mayas tzotziles y tzeltales, conocimos sus ritos y su lenguaje, del que hay un vocabulario en el libro. El contacto con otros países te abre la mente y te hace tener una visión diferente.
¿Qué te llevó a decidir publicar tu diario personal?
En primer lugar es un homenaje a Miguel de la Quadra, mi mentor, porque no hay ruta desde 2016 y sentí la necesidad de recuperar su espíritu. El ano 1997 en particular es porque desde el año 90 fui a la expedición pero este fue el primero en el que era el jefe de campamento. Desde el 97 los diarios están más completos, así que planeo hacer una serie con los años posteriores y seguir publicándolo a través de Amazon. Con esta plataforma se pueden añadir cosas, cambiar la portada… el libro está vivo.
Justo el año siguiente la Ruta Quetzal estuvo en Ceuta.
Sí, en 1998 fue el V centenario de la primera expedición marítima del portugués Vasco de Gama a la India y visitamos varias ciudades de España y Portugal. En el libro siguiente podréis descubrir el viaje de ese año y el paso de la ruta por Ceuta. Espero ir publicando un diario cada dos años e incluir una colección de anécdotas.
Tiene que haber cientos de anécdotas en viajes como la ruta, con 300 jóvenes de 16 años viajando sin las comodidades de su casa y lejos de su familia.
¡Hay miles de anécdotas! Por ejemplo, en el 92, cuando estuvimos en Playa Bahía de las Flechas, en República Dominicana se nos acabó la comida. Miguel de la Quadra compró un cerdo de 150 kilos y 400 piñas y lo trajo al campamento en helicóptero. Lo pusimos al fuego allí mismo pero entre la madera que no prendía y lo que tarda en asarse un cerdo de ese tamaño, estuvimos toda la noche. Como todo el mundo tenía hambre, los chicos merodeaban continuamente para ver cómo iba así que tuve que poner turnos de guardia cada hora para vigilarlo (risas). Al amanecer, cuando por fin estuvo hecho, cumplimos el dicho de que al cerdo se le aprovecha absolutamente todo. Sólo quedó el esqueleto.
Con la Ruta Quetzal has recorrido buena parte del mundo, ¿algún lugar en especial?
Uno de los viajes más fascinantes fue el de Chile en 2009. Fuimos a la isla de Robinson Crusoe siguiendo los pasos del navegante Juan Fernández en 1574. Es un lugar al que no habríamos podido llegar sin la ruta. Está en el Pacífico, a 700 km de tierra y su aislamiento ha dado lugar a una gran variedad de especies marinas y de flora endémica. Hay un fenómeno de gigantismo en algunas especies, como la langosta, que fue la dieta principal durante nuestra estancia allí. También conocimos a los isleños y sufrimos cuando el tsunami de 2010 arrasó gran parte del pueblo San Juan Bautista.
Es un tipo de experiencia vital única que desde que falleció Miguel no se realiza. ¿Hay algún plan de recuperarla?
Muchos antiguos expedicionarios colaboramos en un nuevo proyecto que recupere los valores de convivencia, solidaridad y conocimiento de la ruta. Probablemente la primera edición será en 2020. Queremos mantener este legado, porque es un un esfuerzo conjunto que nos hace mejor a todos.