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Cristóbal Mateo: "Ganes o pierdas, hay que seguir siempre"
Firma: Ester Pérez Quiroga
Cuando Cristóbal vio, allá por los años 80, una película de Jean Claude Van Damme en la tele y empezó a interesarse por las artes marciales, todavía no sospechaba que acabaría dirigiendo su propia escuela de kárate. Gracias al cine y al apoyo de su padre, acabó haciendo carrera dentro de este deporte, que hoy enseña a pequeños y mayores en el Club Sepai Ceuta.
El kárate en Ceuta era una disciplina poco conocida hasta hace relativamente poco.
En Ceuta había judo, taekwondo... pero el kárate es todavía un gran desconocido, aunque ahora se está dando a conocer un poquito más. Cuando se fue el profesor que me daba clases, mi padre, que tenía las titulaciones, empezó a dar clase para que no se perdiera. Yo me fui involucrando más cuando empezamos a competir y preparar los campeonatos de España. Poco a poco fue aumentando el número de alumnos y tomamos la decisión de abrir una escuela.
¿A quién atrae más el kárate?
Hay más demanda de peques, por las extraescolares, pero también tenemos un número importante de adultos, sobre todo de género femenino, que antes era más difícil y ahora está igualado. Tanto en niños como en adultos. Lo veo como un aspecto positivo porque el kárate no es para hombre ni para mujeres, es para todo el mundo que quiera practicarlo. El concepto de que la niña aunque quiera hacer kárate debe ir a baile y el niño a fútbol está cambiando, afortunadamente. Los resultados que estamos teniendo aquí lo demuestran. Es una niña la que ha quedado campeona de la liga. El género no tiene absolutamente nada que ver. El que quiera hacer karate lo hace.
Otro prejuicio que se asociaba a las artes marciales era la violencia. ¿Esto también se ha desmitificado?
Se dice que es un deporte de contacto, pero tanto con niños como con adultos lo enfocamos también como defensa personal. Estás aprendiendo a defenderte, no a pegar. Aprendes a repeler un ataque. El kárate no es violencia, al revés, te enseña responsabilidad, a tolerar, a respetar. Yo me encargo de que lo hagan así. No es violento porque en todos los katas que hay en kárate nunca hay un primer ataque. Siempre se empieza con una defensa. Eso ya te dice que la esencia es defenderse ante un ataque. Aprendes a controlar tu cuerpo, a coordinar, coges más agilidad. La prueba es que no hay lesiones. Desfogas y eso te hace ser pacífico. También depende del profesor. Hay gente sin titulación ni conocimiento dando clases y cuando tienes alumnos, y especialmente niños a tu cargo, hay que controlar quién está capacitado.
Una cosa es entrenar en el club con tus compañeros pero ¿cómo se enfrentan los alumnos a las competiciones?
Es complicado meterse a competir porque , si lo analizas bien, estás en un pabellón lleno de personas en la grada. La presión de estar contra otra persona “a pelearte”, pero es lo que les gusta. Ellos disfrutan haciendo eso y eso es como lo ven sin que haya un trabajo de por medio. Ahí me toca a mí quitarles la presión, que salgan a divertirse, porque lo quieren hacer, no porque lo tienen que hacer. La competición es una parte del karate que, enfocándola bien, es muy bonita.
¿Cuál es ese enfoque?
Aquí prevalece el compañerismo siempre. Si llevo a ocho a un campeonato, somos ocho. No es ganas tú, pierde otro. Somos un equipo. Todo el mundo sabe lo que tiene que hacer. Si has tenido un combate que ha salido mal y has quedado eliminado, lo primero que tienes que hacer es cambiar el chip y ponerte a animar el compañero. Y lo hacen de corazón. Es una cosa que me alegra muchísimo.
En los vídeos de cuando hemos tenido resultados ves que los que han quedado eliminados celebran los puntos de sus compañeros más que los suyos propios. Eso es bonito y aquí en tema de competición somos una piña, una familia. Los padres y madres, los competidores, todos.
En competición cuenta el físico y la técnica, pero antes comentabas que tienen que salir a divertirse. ¿Qué importancia tiene la preparación mental?
Está lo técnico y lo físico pero yo a lo que más valor le doy es a lo emocional. Hay que trabajar las tres partes por igual pero la emocional, en mi opinión, es más determinante. Una persona puede ser muy buena de puño, de pierna, no cansarse y aguantar diez combates, pero luego si le falla la cabeza, lo has pedido. Puede ser por miedo, por duda, por nervios... Eso se trabaja y hay que mentalizarlo para que se lo tomen como lo que es, un juego. Obtengas el resultado que obtengas, al final vas a seguir entrenando igual al día siguiente.
Ganes o pierdas hay que seguir siempre. Ellos lo saben y me gusta manejarlo así. Has ganado, enhorabuena, mañana te toca seguir entrenando. Has perdido, valoramos el combate, vemos los fallos. La conclusión es que hay que seguir entrenando. Siempre. El verdadero logro es que vengas con tu mochila, con tu traje, cruces la puerta y te pongas a entrenar y darlo todo. Eso es lo importante. Lo demás es un juego. Y unas veces ganas, otras veces pierdes.
Ese no siempre es el método en las competiciones deportivas, en general.
En otros deportes quizá la sensación es que, aunque sea un número grande de competidores o un equipo, tiene que destacar alguien. En kárate también hay campeonatos por equipos, en el que vamos a debutar este año si to va bien, por equipos de kumité, pero prácticamente lo hacen como cuando están en individual. Tú combates y, ganes o pierdas, te interesas siempre por tu compañero porque aquí se crean unos vínculos que, a lo mejor, no hay en otros deportes. Yo estoy supercontento de mis alumnos, tanto en el día a día de las clase como en la competición, porque lo llevan muy bien, de manera muy sana. Ya me encargo yo de que sea así.
¿Qué es lo que más les cuesta a los alumnos?
A todos los niveles, estás acostumbrado a hacer algo en casa que aquí no lo puedes hacer. Un poco de racanería a la hora de forzarte o de querer salirte con la tuya… aquí no lo puedes hacer. Es educar, una disciplina o, más bien, un diálogo. Todos están de acuerdo con las “normas” que se dictan aquí. A mí me gusta que ellos estén al tanto de lo que pueden o no deben hacer y así todo es más fácil. Ellos ponen su compromiso. Los más pequeños al principio dicen “esto en mi casa no lo hago” y le digo “ya, pero no estás en tu casa. Venga vamos, un poquito más” y ya poco a poco se sacrifican más. Se esfuerzan más y avanzan rápidamente y se aprecian mucho los cambios. Todos, desde los más pequeños hasta el más mayor, están comprometidos con el deporte, con el entrenamiento y con todo lo que hacemos. Tengo la suerte de tener a todos los alumnos comprometidos.
¿Cuál la rutina de un día de entrenamiento?
Las clases empiezan siempre con saludo y se terminan también con saludo. Hacemos calentamiento de todas las partes del cuerpo y ya depende de lo que toque ese día. Técnica o kumité (combate) o ejercicios específicos de ambas cosas, pero siempre tiene que haber presente, me gusta meter siempre preparación física porque es lo que sostiene a un karateka, sea de kata o de combate. Una persona, por muy bien que haga combate, si no tiene un buen físico no va a aguantar el tiempo y se va a venir abajo.
Después de este parón, ¿cómo veis la vuelta?
Hemos vuelto a pisar tatami, que es lo que más ganas teníamos de hacer y estamos contentos. La incertidumbre es lo que peor se lleva. Seguimos preparándonos y en septiembre intentaremos hacer clases ya con la nueva normalidad. Doy las gracias a todos los alumnos y padres que han estado ahí, no lo olvidaré.