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La triste historia de Centralia: un pueblo fantasma en EEUU
Bajo la ciudad, aún existe carbón suficiente como para que el incendio subterráneo iniciado en 1962 se prolongue para los próximos dos siglos.
El pequeño municipio de Centralia, situado en la zona oriental del estado de Pensilvania fue antiguamente uno de los más próspero asentamientos mineros del estado norteamericano.
Su población, que para la segunda mitad del siglo pasado rondaba los mil habitantes hoy día no alcanza la decena.
Los conductores que circulan de paso por las solitarias avenidas de la antaño animada ciudad quedan sorprendidos al notar la ausencia tanto de edificios como de viandantes.
De igual manera, su atención se centra en un fenómeno aparentemente inexplicable: del suelo emanan extrañas nubes de humo que inundan todo allá donde la vista alcanza.
Lo que no mucha gente conoce es que, bajo aquellas peculiares tierras, un infierno se desató hace ya más de 60 años.
La historia del pueblo se remonta al siglo XIX, cuando el hallazgo de una enorme reserva de carbón en la zona motivó la creación de Centreville, renombrada como Centralia al poco de comenzar a consolidarse el núcleo urbano.
Durante décadas, la extracción mineral fue el principal sustento de los locales, quienes de forma paralela sufrían en muchos casos la explotación de los grandes propietarios.
La disputa entre trabajadores y patronos acabó implicando al párroco local Daniel McDermott, que resultó víctima del ataque de un piquete.
Cuenta la leyenda que tras esto, el sacerdote vertió una maldición sobre aquel paraje, asegurando que la ciudad quedaría reducida a cenizas y sólo se mantendría en pie su iglesia:
Lo que nadie imaginaba es que las palabras del padre acabarían por cumplirse. En 1962, después de haberse erigido Centralia como una importante y poderosa comunidad, se hallaba un grupo de bomberos realizando quemas controladas de basura en el vertedero local cuando, accidentalmente acabaron prendiendo una veta de carbón que desencadenaría un implacable y descontrolado fuego en las galerías subterráneas.
A pesar de los esfuerzos realizados por los equipos especializados y los propios residentes, resultó imposible contener las llamas así como los gases tóxicos que penetraban en los hogares y el propio derretimiento del asfalto.
La gota que colmó el vaso fue el incidente del pequeño Todd Domboski, un joven de apenas 12 años que, dirigiéndose hacia un jardín vecino, caería por un agujero que se abrió repentinamente bajo sus pies como consecuencia de la inestabilidad que el incendio había dejado en el terreno.
El infante no sufrió daños, pero el hecho resultó motivo suficiente para plantear definitivamente el traslado de los habitantes a un lugar seguro, procediendo así al abandono definitivo del lugar.
La demolición de algunas edificaciones y los propios estragos naturales harían pasar a Centralia de un floreciente foco ciudadano a un cementerio de restos carbonizados.
Grupos de especialistas han confirmado que bajo la ciudad aún existe combustible mineral suficiente como para que el fenómeno del incendio se extienda durante los próximos 200 años, siendo así considerado el caso de Centralia como una de las mayores catástrofes naturales de la historia de Pensilvania.