Los turnos de trabajo rotativos o los viajes con cambio horario son otros de los factores que favorecen esta alteración. Quienes lo sufren manifiestan en un primer momento irritabilidad o entumecimiento muscular.

Dormir de noche y ser activos de día no es algo casual. La evolución nos ha hecho seres diurnos programados para descansar y dormir en las horas sin luz solar. Es durante estas horas cuando nuestro organismo regenera los tejidos y órganos dañados. Este periodo se aproxima a las 24 horas, de ahí su nombre: ritmo circadiano procede del término latino circa dies “cercano a un día”.

Numerosos estudios relaciones las alteraciones del ritmo circadiano con el desarrollo de enfermedades como la diabetes, la esquizofrenia, el trastorno bipolar, ansiedad o problemas cardiovasculares. Tal es la importancia del sueño en el desarrollo de las enfermedades que ha dado lugar al nacimiento de una nueva rama de estudio: la cronobiología.

Gracias a esta nueva disciplina se ha podido comprobar la prevalencia del insomnio en los trastornos del espectro autista que afecta al 50%-80% de quienes presentan TEA.

Quienes padecen problemas de sueño como el insomnio encuentran en el verano tres meses de sufrimiento, que por suerte desaparece llegado el otoño. El calor impide conciliar el sueño correctamente, y quienes son más propensos a estos desórdenes apenas concilian dos o tres horas seguidas de sueño. A esto debemos sumarle el aumento de las horas de luz, que estimulan el organismo y no ayudan a dormir.

¿Qué hacer para evitar estos problemas de sueño? Intentar mantener una buena rutina de sueño y mantener la habitación fresca a la hora de dormir.