Las letras se despiden de Joan Didion, la escritora que nos enseñó a entender las señales de la muerte
El pasado miércoles, día 22, fallecía Joan Didion, una de las voces más inteligentes del siglo XX. El año del pensamiento mágico es uno de sus imprescindibles para entender la muerte, pero sobre todo para entender la vida.
El año del pensamiento mágico se estudia en las facultades de letras (filologías) como uno de los libros referentes en la llamada literatura del duelo. También se estudia en las de Periodismo (y desconozco si en algunas otras carreras) porque es uno de los más magistrales libros de la literatura universal. Un libro que, probablemente en estos tiempos raros de pandemia y muerte, es aún más necesario que nunca. Unas conmovedoras y potentes memorias que le ponen cara a la enfermedad y a la muerte a través de la experiencia personal de su autora, Joan Didion, a raíz del fallecimiento de su martido, el también escritor John Gregory Dunne.
Joan Didion fue una de las autoras norteamericanas más reputadas de finales del siglo XX y el pasado día 22 de diciembre fallecía a los 87 años. Todos sus lectores se quedaban huérfanos de una de las voces sin duda más interesantes del pasado siglo. Y es que si El año del pensamiento mágico, con su brevedad, intensidad e intención, es uno de los libros más potentes sobre la muerte y la vida, sobre el duelo y la superación, no son menos el resto de los que componen su bibliografía, cargada de fuerza y simbolismo.
Una escritora honesta, con textos llenos de “valentía literaria”, como reconocía en el Time Lev Grossman. Una figura imprescindible del periodismo, con sus crónicas en los años 60 y 70. Y su acercamiento a la muerte no solo con el citado libro, sino porque también tuvo que enfrentarse a la antinatural y desgarradora experiencia de enterrar a su única hija a los 39 años. Lo relata en Noches azules: “Durante las noches azules uno piensa que el día no se va a acabar nunca. A medida que las noches azules se acercan a su fin (y lo hacen, lo hacen siempre), uno experimenta un escalofrío literal, una visión de enfermedad, en el mismo momento de darse cuenta: la luz azul se está yendo, los días ya se están acortando, el verano se ha ido. Este libro se titula Noches azules porque en la época en que lo empecé a escribir sorprendí a mi mente volviéndose cada vez más hacia la enfermedad, hacia la muerte de las promesas, el acortamiento de los días, lo inevitable del apagamiento, la muerte de la luz. Las noches azules son lo contrario de la muerte de la luz, pero al mismo tiempo son su premonición.”
Didion decía que no temía a la muerte porque no dejaba a nadie aquí en la vida. Quien únicamente la acompañó durante toda su vida fue la escritura, a la que se agarraba con la pasión de ser lo único que la ataba al mundo terrenal. Nació en Sacramento en 1934, pero pronto llegó a Nueva York donde firmaba artículos para Vogue y defendía ideales feministas que poco encajaban en la época. En 1963 publicó su primera novela El río en la noche. Un año después se casó con Dunne, formando una de las parejas literarias más famosas del siglo, donde no solo se dejaban seducir cada uno con su propia prosa y sus egos, sino que también escribían en tándem artículos y guiones cinematográficos.
Lo que quiero decir es una antología imprescindible para comprender a la autora, una colección atemporal de algunos de los primeros artículos y crónicas de la icónica escritora y periodista norteamericana. El álbum blanco es también un mosaico de textos magistrales; en su mayoría ensayos, donde cuenta, entre otras cosas, que siempre tenía la maleta a medias por si tenía que marcharse y una lista pegada en el armario para no tener que pensar qué llevarse: “Dos faldas, dos camisetas, leotardos, un jersey, dos pares de zapatos, medias, sujetador, camisón, batín, pantuflas, cigarrillos y bourbon. Una bolsa con champú, cepillo y pasta de dientes, jabón, maquinilla, desodorante, medicinas, támpax, crema facial, polvos y loción infantil. Para llevar en la mano, un chal de mohair, máquina de escribir, dos cuadernos pautados y bolígrafos, fichero y llaves de casa”.
Acaba de emprender su último viaje. Pero esta vez no necesitará cigarrillos ni máquina de escribir. Ni pasta de dientes ni dos faldas. Después de escribirles con tanta intensidad al final podrá reencontrarse con las dos personas que más amó y que más le inspiraron. Encontrar las mágicas señales que la han llevado hasta su propia muerte. A su propia nueva vida.