David Nebrera, el fotógrafo de nuestros demonios
Las obras del artista madrileño han sido analizadas por importantes críticos y filósofos como Jean Baudrillard.
Cuando a David Nebreda (Madrid, 1952) le fue diagnosticada esquizofrenia paranoide crónica a la edad de 19 años, el mundo en el que hasta ese momento había vivido su corta existencia pareció derrumbarse como un castillo de naipes.
Tras licenciarse en la carrera de Bellas Artes, preso de una dolencia que le atormentaba y le provocaba largas estancias en sanatorios mentales, optó por recluirse en su hogar, en algún lugar de la capital madrileña y limitar su contacto con la vida exterior lo máximo posible.
Ajeno a los sucesos que acaecían día tras día fuera de las cuatro paredes de su domicilio, también decidió abandonar la medicación que había puesto freno sus brotes psicóticos.
Fue en ese estado de cautiverio auto-impuesto y alucinaciones constantes que Nebreda descubrió en la creación fotográfica no sólo una vía de escape a los estragos que en él operaba la esquizofrenia, sino también un lienzo en blanco donde plasmar sus más profundas reflexiones vinculadas al dolor y a la muerte.
En pos de cumplir con semejantes intenciones, se embarcó en la búsqueda de una identidad a capturar, una que lograra exhibir el caos interno que tan a menudo desbordaba a su espíritu de artista.
El fotógrafo halló en el autorretrato de flagelaciones, mutilaciones y otros tópicos escatológicos lo más valioso de su polémica y controvertida producción.
Nebreda se sometió a ayunos prolongados y a todo tipo de ascetismo corporal para lograr evocar el mensaje deseado frente a la cámara y convertir su propio cuerpo en el cuaderno de bitácora que relatara la historia de su sufrimiento.
Gracias a la intervención del galerista francés Renos Xippas, su obra fue por primera vez expuesta en París, llamando la atención de conocidos sociólogos y críticos culturales como Jean Baudrillard, quienes no dudarían en analizarla e indagar en tan fascinante personalidad.
Aquellos expertos que se han arrojado a la labor de comprender sus creaciones concluyen que las piezas de Nebreda ofrecen una ventana a los temores más íntimos de un individuo que, atrapado en su propia condición convaleciente, trata de hacer partícipe a su público de la dolorosa inestabilidad a la que ha sido condenado a vivir:
El éxito de su arte reside en su perdición como persona.