'El cerebro del niño', un libro imprescindible para entender a nuestros hijos
¿Conoces la estrategia del cerebro pleno? ¿Las diferencias entre hemisferios o el desarrollo del cerebro superior e inferior? 'El cerebro del niño', un libro imprescindible para educar a niños y niñas emocionalmente conectados.
Cierra la mano en un puño. Imagina que se trata de tu cerebro. La parte superior de tu mano, de tu cerebro, la que representas con los dedos, es donde tomas las decisiones adecuadas y lo que te lleva a actuar con coherencia incluso cuando estás estresado, agitado o enfadado. Se trata de la corteza cerebral y la corteza prefrontal media; interfiere en la toma de decisiones, en el control emocional, te permite ser empático o tener sentido de la ética.
Ahora, levanta los dedos de tu mano un poquito, ve “destapando” tu puño cerrado. Donde queda el pulgar, la zona de la palma de tu mano, es donde permanecen tus sentimientos más intensos, tus preocupaciones. Corresponde a la parte inferior de tu cerebro. Es el tronco cerebral y sistema límbico. Es la zona del cerebro que te hace sentir disgustado, frustrado, enfadado. Pero también la que te permite sentir amor, amar. Te permite realizar funciones básicas, como la respiración o el parpadeo. Y también sentir las emociones fuertes, como la ira, como el miedo.
Cuando tu cerebro inferior está en su máximo apogeo, tu cerebro superior (recuerda tu mano con su puño cerrado) tapa y protege a tu cerebro inferior; tus dedos cerrados están salvaguardando tu pulgar, tu palma de la mano, tus emociones; permitiéndote ser coherente aún exaltado. Pero si levantas los dedos completamente, tu cerebro inferior queda al descubierto y tú pierdes los papeles.
Ahora piensa en un niño o niña. Cuando nace, un bebé ya tiene completamente desarrollado su cerebro inferior; es capaz de respirar, de emocionarse, de llorar, de sentir amor y miedo. Sin embargo, el cerebro superior no alcanza su completa madurez hasta los veinte años. A medida que crecen, el cerebro superior va desarrollándose e integrándose con el inferior, protegiéndolo de sus propias emociones. Los niños y los adolescentes son un cerebro destapado en movimiento, son la palma de la mano abierta sin filtros. Un niño/a de dos o tres años está atrapado literalmente en su cerebro inferior y en plena explosión es físicamente imposible el control. La calma solo llega con el tiempo. Es lo que se conoce como una “rabieta”.
Por eso, la única solución es esperar, tranquilizar, proteger... Porque solo cuando el menor logre tranquilizarse se le podrá hablar de su conducta. A los adultos no nos gusta perder los papeles; pero a los niños/as tampoco. Por eso, si en sus momentos de calma se les muestra, sobre todo a los adolescentes, cómo funciona su cerebro, esto les permitirá sentirse mejor, tener herramientas al alcance de sus emociones.
Esta y otras estrategias es lo que nos cuentan el neuropsiquiatra Daniel J. Siegel y la experta en Educación Infantil Tina Payne Bryson en su libro El cerebro del niño; imprescindible para educadores, para madres, padres y para toda aquella persona que trate con menores. Se trata de una guía (hasta incluye una ‘hoja para colgar en la nevera a modo de recordatorio), sencilla de entender y totalmente práctica, que nos ayuda a entender y a desarrollar la inteligencia emocional en los niños/as. Desde una perspectiva absolutamente científica, los autores explican cómo es el cerebro humano y cómo este evoluciona para poder entender cómo sienten y cómo se sienten los pequeños/as de la casa.
Además, una herramienta maravillosa que ofrece el libro es la oportunidad de convertir las interacciones cotidianas en el momento perfecto para extraer una enseñanza. Porque, efectivamente, el cerebro superior no se desarrolla al completo hasta la edad adulta, pero sí podemos ir moldeándolo, ir ayudando a los niños y niñas, especialmente desde su nacimiento hasta los doce años, a integrar sus experiencias para poder convertirse en adultos que no pierdan los papeles.
Del mismo modo que nos habla de los cerebros superior e inferior, los autores hacen un recorrido por los cerebros izquierdo y derecho. El izquierdo representa y se encarga de la lógica, mientras el derecho se vincula a lo emocional. De niños y de adultos. Por ello, ante el disgusto o rabieta de un niño/a hay que enfocarse en conectar los hemisferios, cerebro derecho con cerebro derecho. Una de las estrategias que proponen es la de nombrarlas. Ante una emoción desbocada, contar lo que ha pasado, nombrar qué emoción se siente, ayuda a los hemisferios a conectarse, y en consecuencia, a llegar a la calma.
El libro dispone además de un apéndice donde se muestra qué tipo de integración puede experimentar el menor según su edad, así como qué estrategias del cerebro pleno y cómo aplicarlas según esa franja de edad. En conclusión, El cerebro del niño es una herramienta eficaz y aconsejable para incluir en cualquier ‘canastilla’ de embarazo o para regalar a cualquiera que quiera que los niños y niñas de su alrededor sean felices y se conviertan en adultos emocionalmente conectados.