El autismo se identifica cuatro veces menos en niñas que en niños
Según la Organización Mundial de la Salud, uno de cada 160 niños/as tiene TEA (Trastorno del Espectro Autista). Los trastornos en Autismo son un grupo de afecciones relacionadas con el desarrollo de la persona, que se caracterizan por conductas inusuales; especialmente, déficit o alteración en habilidades de comunicación, socialización y lenguaje; así como por comportamientos restringidos o con patrones repetitivos.
Es un trastorno que suele diagnosticarse en la infancia y que le acompaña durante el resto de su vida. Aunque, si bien no se cura, puesto que no se trata de una enfermedad, el grado de TEA que tenga influye mucho en su calidad de vida. El termino espectro describe, precisamente, esas grandes diferencias entre unos grados y otros de autismo. Esta situación lleva a que, según el espectro en que se encuentre, si el niño/a recibe el adecuado apoyo profesional puede llegar a tener una vida independiente.
Pero para poder recibir un adecuado apoyo profesional es imprescindible un diagnostico, preferiblemente en atención temprana. Sin embargo, y con una mayor incidencia en los países pobres, los casos diagnosticados de TEA son muchos menos de los existentes, ya que se trata de un trastorno aún muy estigmatizado. Familias que se niegan a reconocer que sus hijos o hijas presentar un trastorno y sistemas sanitarios que a menudo pasan por alto señales en atención temprana que deberían funcionar como alertas para estudiar al menor.
Una situación que en el caso de las niñas aún se agudiza más. El TEA se diagnostica hasta tres veces más en niños que en niñas, según autores como Loomes, Hull & Mandy (2017), o con ratios del 4/1, según Cheslack-Postava & Jordan-Young (2012) y Gould & Ashton-Smith (2011). En los casos de autismo de alto funcionamiento, o de síndromes concretos como el Asperger, el ratio puede llegar a ser de hasta nueve niños por cada una sola niña, según Gillberg, Cederlund, Lamberg & Zeijlon (2006).
Son dos, según señalan los expertos, las principales razones de esta diferenciación de ratio. Por un lado, en las niñas los síntomas pasan a menudo más desapercibidos, ya que no suelen estar tan marcados y se confunden con otras afecciones. Por ejemplo, las niñas pueden presentar menos dificultades cognitivas, así como menos problemas para relacionarse, incluida la opción de un excesivo interés por relacionarse. Una niña con autismo puede mostrarse por lo tanto altamente sociable, aunque al mismo tiempo necesite en determinados momentos aislarse.
Muchas niñas con TEA no diagnosticado pueden presentar también un excelente rendimiento escolar que provoque que las dificultades que presenten pasen desapercibidas tanto entre sus padres como entre sus educadores. Esta ausencia de diagnóstico a veces se arrastra hasta la edad adulta, llegando en numerosas ocasiones a convertirse en mujeres con TEA no diagnosticadas.
A estos rasgos se le suma otra causa. Muchas características de las niñas con TEA se han asociado históricamente a una “forma de ser femenina”. Es el caso de muestras de melancolía o tristeza, de muestra de emociones desproporcionadas, o de comportamientos que históricamente se han asociado a las niñas y a las mujeres. Una realidad basada en el heteropatriarcado y la presencia de micromachismos que pueden provocar la invisibilización del trastorno del espectro autista en niñas.
Esta realidad histórica ha desembocado en lo que se ha denominado como “camuflaje social”. Las niñas y mujeres adultas son capaces de aprender a ocultar comportamientos propios con el objetivo de aparentar aquello que se espera de ellas. Esto provoca no solo que se limite su crecimiento como personas, sino en que aún se convierta en más difícil un diagnóstico. Y sin diagnóstico es muy complicado actuar, cuando, sin embargo, es imprescindible para las personas con TEA recibir una adecuada atención profesional, con las necesarias herramientas, que le permitan integrarse en la vida y desarrollas así un crecimiento pleno.
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