A principios de este mes de septiembre, se confirmó la nominación del presidente de Estados Unidos Donald Trump al Premio Nobel de la Paz por su labor mediadora en el conflicto en curso entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos. La iniciativa fue impulsada por el diputado liberal-conservador noruego Christian Tybring-Gjedde, quien no dudó en afirmar en su carta dirigida al comité responsable que el mandatario norteamericano «ha hecho más por consolidar la paz entre naciones que cualquier otro candidato». Sin embargo, al controvertido político le ha salido un duro competidor para esta ocasión: su homólogo ruso, el recientemente reelegido en el cargo Vladimir Putin.

Quien fuera uno de los hombres fuertes del KGB fue sugerido como aspirante a recibir el galardón que reconocería «sus contribuciones a la fraternidad de los pueblos», honor que ya pudo atesorar en el año 2014 tras ser propuesto de igual forma que en esta ocasión por el autor ruso Sergei Komkov sin éxito. El anuncio se ha realizado a través una rueda de prensa llevada a cabo por el escritor en la plataforma de vídeos Youtube, donde puso en conocimiento del público que la candidatura de Putin para el Nobel fue enviada a la capital noruega de Oslo el 9 de septiembre. Los motivos que alegó el literato y por los cuales manifestó su respaldo al estadista se basan en el apoyo que el político recaba entre algunos de los miembros más destacados de la comunidad científica y cultural rusa así como su enorme defensa de la tradición. De hacerse con el premio, sería el tercer ruso en lograrlo después del físico soviético Andréi Sájarov y el antiguo presidente de la URSS Mijaíl Gorbachov. 

El portavoz del Kremlin Dimitri Peskov desmintió por su parte que la nominación obedeciera a la voluntad de altas instancias gubernamentales y confirmó que en caso de no recibir el galardón Putin «no sucedería nada terrible».