“La mandaron a trabajar esperando el resultado del COVID, que finalmente fue positivo”
Una española residente en Londres nos cuenta cómo está viviendo la pandemia en uno de los países con más contagios de Europa, el primero en número de fallecidos por COVID-19. Y cómo, pese a ello, no la dejan llevar mascarilla en el trabajo.
Corre por las redes un ‘meme’ de la Reina Isabel II con la mascarilla puesta, en el que debajo de dicha foto, pone: “Cuando un ser inmortal como la Reina Isabel II, que enterró a ocho presidentes de USA, participó en cinco entierros de Papas, vio nacer y enterró al Rey del Pop, vio llegar e irse a The Beatles, vio levantar y derrumbar el muro de Berlín, vio llegar al hombre a la luna, sobrevivió a tres pandemias etcétera, etcétera, decide usar mascarilla, es porque la cosa está grave. Tú, simple mortal, no dejes de usarla”.
El Reino Unido es uno de los países con peores datos en cuanto a los casos y la gravedad del COVID-19. Hace apenas dos días, el miércoles, la prensa internacional publicaba que se trataba del primer país europeo en superar las 100.000 muertes por coronavirus. Es, además, el quinto país del mundo más afectado por el coronavirus con más de 3.700.00 casos de contagios acumulados desde el inicio de la pandemia.
Inglaterra, con más de 90.600 fallecidos, encabeza el país. En Londres, los positivos superan los mil por cada 100.000 habitantes y los hospitales llevan meses denunciando que están al borde del colapso.
Sin embargo, las restricciones no parecen ser tan severas como la situación lo requeriría. Así lo expresa C.D., una española residente desde hace una década en Londres, quien relata la agonía que está viviendo. “Aquí nunca han sido obligatorias las mascarillas y, por ejemplo, pasear o hacer deporte siempre estuvo permitido, incluso cuando estábamos en confinamiento domiciliario”, detalla.
Pero la preocupación de esta española, que además sufre asma y afecciones respiratorias, se ha agudizado ante las medidas que se toman en su trabajo. O más bien, que no se toman. C.D. trabaja en una escuela infantil, en la que no les permiten llevar mascarilla ni pantalla protectora. “Tengo amigas con niños en guarderías españolas y allí sería impensable que las educadoras no lleváramos mascarillas, pero aquí no nos dejan porque, por un lado alegan que los niños se pueden asustar si nos ven con la boca tapada, pero sobre todo porque consideran que las educadoras hacemos uso sobre todo de la comunicación no verbal, y que con mascarilla limitamos ese vínculo con el menor, ya que no nos ven la boca y no podemos mostrarle tanto las emociones”.
“Yo no sé si no llevar mascarilla en el aula es una decisión estatal o es de mi guardería porque en el Reino Unido es todo muy ambiguo, las decisiones en empresas privadas las toma cada empresa, el Estado no interfiere”, explica C.D., que detalla que existen mucho malestar en el sector porque las guarderías están siendo las más “ignoradas” y mientras colegios e institutos están cerrados, no hay medidas contundentes en los centros infantiles.
Desde el inicio del curso, y pese a los “grupos burbujas”, ya ha habido varias ocasiones en las que la han mandado a su casa tras detectarse un positivo en su clase. “La semana pasada, el jueves, dio positivo un niño de mi burbuja, pero como yo ese día no fui a trabajar, a mí no me mandaron a casa, sí a mis compañeras, excepto a otra y a mí, las que no habíamos trabajado ese jueves. Una decisión que me parece absurda porque si el niño dio positivo el viernes, el miércoles que sí trabajé con él es posible que también fuera positivo aunque asintomático. Y es un bebé, por lo que la distancia de seguridad es cero, me había pasado la mañana con él en brazos”.
Tras ese caso, C.D. narra como volvió a trabajar. “Pero si hasta ahí es incomprensible la gestión, lo que pasó después fue peor”, adelanta. La educadora cuenta cómo el lunes fue a trabajar a su “burbuja”, en la que eran tres niños y dos educadoras sin mascarilla, en un aula sin ventanas. “A las tres horas de estar trabajando le mandan un e-mail a mi compañera informándola de que es positivo. ¿Cómo fue capaz de ir a trabajar sabiendo que estaba esperando el resultado de una PCR? Pues la respuesta que me dieron es que ella sí había avisado a la empresa pero que la respuesta del centro fue que, mientras el test no diera positivo, tenía que trabajar”, denuncia C.D. “La mandaron a trabajar esperando el resultado del COVID, que finalmente fue positivo, ¿y ni siquiera en ese caso fueron capaces de permitirnos llevar mascarillas?”, explica indignada.
Después de ese último caso, la mandaron a confinarse unos días. “Otra vez más”, lamenta C.D., quien tiene claro que “si se libra del coronavirus” será que tenga mucha suerte: “Porque papeletas, tal y como están gestionando aquí la pandemia, las llevo todas”.