Escuchando botellones desde la UCI: Carles Francino reflexiona sobre la pandemia
“¿Es posible que nos hayamos olvidado de los sanitarios? ¿Dónde han quedado aquellos aplausos de las ocho de la tarde?”, reflexionaba el periodista Carles Francino en su regreso a los micrófonos de la Cadena Ser. El director de 'La Ventana' tuvo que dejar el programa porque se contagió de COVID-19. Cuando se lo notificaron se marchó enfadado, como él mismo ha reconocido, pensando que eran medidas excesivas. Por eso, después de 47 días con la enfermedad, después de que su mujer y sus hijos también la hayan pasado, después de que su contacto estrecho haya fallecido el pasado 12 de abril a consecuencia del COVID-19, ha querido aprovechar el altavoz que le permite la radio para enviar un mensaje de concienciación.
“Hay momentos -explicaba recordando al propio personal sanitario que lo atendió a él- en los que les notas cansados, asustados también, y cabreados, desde luego. ¿Cómo no van a cabrearse Laura, enfermera, o Alejandro, enfermero, dos de los que me atendieron a mí, cómo no van a cabrearse viendo lo que se ha visto este fin de semana? Que en la UCI del Clínico de Madrid se escuchara el ruido del botellón en la calle, la verdad, es que no tiene nombre”.
El locutor se desvinculaba de interpretaciones políticas para centrarse en lo evidente, en que mientras unos pocos gritan ‘Ya somos libres’ sin ningún tipo de medida de prevención, haciendo botellones, muchas otras personas siguen muriendo en los hospitales. Ayer mismo, un niño de seis años moría tras haberse contagiado de COVID-19. “No voy a entrar en análisis políticos, ni en decodificar resultados electorales, que cada uno vote a quien le da la gana, faltaría más. Pero solo digo una cosa: la covid ha afectado a mucha gente, a muchísima, pero a otra mucha no. Y tengo la sensación de que en ese segundo colectivo, mayoritario por suerte, las alusiones a muertos, a contagiados, a hospitalizados… Ya sobran, molestan, ¿no? Solo así se explican algunos comportamientos”, continuaba el locutor.
Francino ha recordado que su experiencia no difiere de las de los miles de personas que han pasado por eso, pero igual, ha confiado, “contarlo sirve de algo”: “A los cinco días de dar positivo, ingresé con fiebre muy alta en la Fundación Jiménez Díaz (Madrid). Las pasé canutas en algún momento, sobre todo durante 48 horas, en que los indicadores al parecer eran bastante malos, incluido un ictus del que, afortunadamente, parece que no me ha quedado ninguna secuela. Perdí seis o siete kilos, perdí mucha masa muscular, además perdí la voz, no es que tenga mucha, pero la poca que tengo la perdí. Me asusté, pero bueno, yo he salido. En cambio, el contacto estrecho, que es un familiar muy próximo, murió el 12 de abril, y otra muy próxima, se recupera lentamente tras pasarse casi un mes en la UCI. Además, mi mujer, y mis hijos pequeños también sufrieron el ataque de la covid, aunque con menor virulencia”.
Un rostro más del COVID, de un virus que como el presidente de la Ciudad de Ceuta, Juan Vivas, insistía este lunes, aún no se ha vencido, por lo que por el momento “la prudencia y el sentido común” son, además de las vacunas, la mejor prevención.