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La rebelde lírica de Gabriela Mistral
La vida de Lucila Godoy Alcayaga podría haber seguido el humilde y tranquilo camino por el que parecía estar destinada a transitar si no hubiese mostrado un arrojo impropio de los tiempos que le tocaron vivir. Ataviada con el nombre de Gabriela Mistral –bajo el cual obtuvo sus mayores éxitos–, esta maestra de escuela fue capaz de poetizar sobre aquellos tópicos que causaban gran revuelo entre las comunidades más conservadoras de antaño.
Valoraciones de ciertos aspectos de la sociedad de principios del siglo XX como lo pudieran ser el papel de la mujer, los derechos básicos del individuo y la educación ocuparon una parte esencial de su producción literaria. Nadie podría haber imaginado que en el modesto Chile de fi nales de 1890 nacería en la región de Vicuña una de las autoras iberoamericanas más destacadas de nuestra historia. Criada en el seno de una familia de clase baja, vinculó su inherente pasión por ayudar al prójimo a la labor pedagógica de profesora, la cual comenzó a desarrollar a la tierna edad de 19 años.
Fue también en esos momentos que asomó la vena creativa de Mistral mediante sus primeros escritos líricos. De entre ellos destacarían El perdón de una víctima o Las lágrimas de una huérfana, cuya producción está datada entre 1904 y 1910 y serían difundidos a través de distintas revistas de la época. Semejantes publicaciones fueron recibidas con gran inquina, pero no detuvieron a la implacable poeta, quien prosiguió con sus galardonados Sonetos de la Muerte (1914). Tras ello realizó una gira docente por México, donde colaboró activamente en la causa de las bibliotecas populares mientras fraguaba el trabajo con el que se daría a conocer en el terreno internacional: Desolación (1922), donde plasmó a la perfección a través de una cuidada antología de poemas sus sentimientos más profundos.
El volumen le granjeó la posibilidad de dar una serie de giras literarias por Estados Unidos e iniciar su carrera de embajador en Italia, la cual se vio truncada por el ascenso de Mussolini. De su retorno a América latina surgió Tala (1938), un nuevo poemario en el que muy a tenor de los convulsos sucesos que por entonces azotaban Europa, mostraba su preocupación por los niños víctimas de la Guerra Civil Española. No obstante, el culmen de su carrera autoral vino a darse con la recepción del Premio Nobel de Literatura en 1945, convirtiéndose así en la primera mujer iberoamericana que tenía el honor de obtener el galardón otorgado por la Academia Sueca. La llama de Mistral se mantuvo en activo hasta su fallecimiento a la edad de 67 años en 1957, cuando el cáncer la apagó defi nitivamente.