Este indicador medioambiental, acuñado en el año 2002 por investigadores de la universidad de Twente (Países Bajos), define el volumen total y necesario de agua dulce que se emplea para producir bienes y servicios. Se mide en unidades de volumen (litros o metros cúbicos) y se estructura en tres partes.

La primera es la huella hídrica verde que representa el agua que procede directamente de la lluvia o la nieve, y que es almacenada por las plantas. La huella hídrica azul es el agua que se capta de fuentes naturales pero que implica la construcción de infraestructuras como pozos. Por último, la huella hídrica gris es el agua contaminada en los procesos de producción.

Con este marcador se pretende que la población tome conciencia del agua que se emplea para la producción de útiles diarios como un kilo de carne, un kilo de verduras o la ropa que usamos. Por ejemplo, una taza de café se estima que supone un gasto de 140 litros de agua, un vaso de vino unos 117 litros, una pinta de cerveza alrededor de 76 litros y una hoja de papel requiere aproximadamente de 10 litros.

El mayor gasto lo encontramos en la ropa que más usamos, los vaqueros. Para la producción, de un par de vaqueros necesitamos 10000 litros de este bien líquido.

Se cree que para el año 2025, el 67% de la población total del planeta sufrirá una situación de estrés hídrico consecuencia del desequilibrio entre el agua disponible y el agua usada.