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El clavel de la rebeldía
Esta semana se ha cumplido el 46 aniversario de «la Revolución de los Claveles», movimiento que devolvió la democracia a Portugal.
El 25 de abril de 1974, apenas veinte minutos después de que en las calles de Lisboa repicaran las campanadas de medianoche, la emisora de radio Renacimiento puso en antena el tema «Grandola, Vila Morena», del cantautor Zeca Alfonso.
Lo que se escondía tras aquella bella tonada, proscrita por el régimen autoritario del Estado Novo –que llevaba más de 40 años en el poder– pasó, en mayor o menor medida desapercibido para los oyentes noctámbulos.
No obstante, un sector del ejército encabezado por el militar progresista Otelo Saraiva de Carvalho, guarecido entonces en el cuartel de la Pontinha en la capital lusa, comprendió el mensaje detrás de aquella canción.
Procedió a coordinar la toma de los puntos estratégicos de la nación portuguesa, azotada entonces por una severa desigualdad socio-económica que se había traducido en la emigración masiva de importantes porcentajes de población.
A ello se sumaba la cuestión de la guerra colonial, causa a la cual se dedicaban grandes cantidades de recursos con el fin último preservar la integridad del imperio.
Todos estos hechos, en conjunción con los amagos continuistas de la gestión de Marcelo Caetano –que sustituyó al anciano dictador Antonio de Oliveira Salazar– hizo de Portugal uno de los países más atrasados de toda Europa.
En respuesta a aquella complicada coyuntura, comenzó a gestarse el fenómeno conocido como Movimiento de las Fuerzas Armadas, cuyos objetivos se resumían en la consigna de «las tres Ds»: democratización, descolonización y desarrollo.
Los esfuerzos del Movimiento, en conjunción con el apoyo prestado por las clases populares resultaron en la concentración cívico-militar que dio la bienvenida a la memorable mañana del 25 de abril.
Sin atisbo alguno de violencia por parte de los soldados libertadores, a los cuales se les podía identificar fácilmente por llevar claveles en sus fusiles, el gobierno de Caetano cayó irremediablemente.
Este último sería sustituido por una junta de salvación nacional a la que se le encomendó la labor de traer la democracia al país y asegurar la descolonización de Guinea Bissau, Angola, Mozambique y Santo Tomé y Príncipe.
El pueblo portugués vio así arribar la deseada 3ª República, cuya construcción habría resultado imposible de no ser por los inestimables esfuerzos, la voluntad de cambio y el compromiso de tantos luchadores por la causa.