Ceuta, todo lo que nos une
Desde el primer día de clase, cualquier alumno ceutí está acostumbrado a oír los nombres de sus compañeros procedentes de las distintas culturas que conforman la vida de la ciudad. Poco a poco, a medida que se van conociendo, van descubriendo que Amina no come nunca bocadillo de jamón, pero a veces trae unos pasteles de almendra deliciosos que comparte con sus amigos. Entre clase y clase Ana cuenta cómo espera con ilusión la Navidad para poner el belén con su familia y muchos le preguntan en qué consiste eso. Cuando Ramesh invita a sus amigos a casa, alguno quiere saber qué son esas figuras con tantos colores que están en un rinconcito del hogar. Así, gracias al contacto diario con personas de distintas tradiciones y creencias, los niños y jóvenes ceutíes tienen la oportunidad de conocer y asimilar la diversidad cultural de forma casi inconsciente. Para ellos no se trata de islamismo, judaísmo, hinduismo o cristianismo, sino de sus amigos Yusuf y María. Con el tiempo, el paisaje salpicado de minaretes y murallas, el reflejo del sol en el mar o el olor especiado del mercado serán parte integrante de su cultura, tanto como los ritos de la religión en la que se hayan criado.
Por desgracia, también desde muy jóvenes escucharán prejuicios hacia una u otra comunidad, porque la realidad de Ceuta es un ejercicio constante de entendimiento entre una población amplia y diversa que comparte un territorio muy limitado. En menos de 20 kilómetros cuadrados es posible visitar templos de las cuatro religiones mayoritarias de la ciudad que, de forma simplificada, se identifican con las denominadas cuatro culturas de Ceuta. En el centro, el rojizo templo hindú está a poca distancia de la sinagoga Bel-El, con su pared irregular que recuerda al Muro de las Lamentaciones de Jerusalén. Las mezquitas e iglesias se reparten por toda la ciudad, integrándose en la vida de los barrios en los que se encuentran, igual que sus habitantes.
Patrimonio cultural
El respeto entre religiones es una de las marcas distintivas de la ciudad. Desde la procesión del Cristo del Medinaceli saliendo del barrio del Príncipe, con los imanes mostrando su respeto a su paso por las mezquitas, hasta el dios hindú Ganesh, en su propia festividad, haciendo una ofrenda a la patrona de la ciudad en la Iglesia de Nuestra Señora de África; pasando por todas las comunidades encendiendo juntas las velas en la fiesta de Janucá o el rezo comunal del Musala de Eid Al Fitr en Loma Margarita. Este tipo de actos son momentos significativos que forman parte de la vida de todos los ceutíes y contribuyen a la visibilidad y normalización de las cuatro culturas arraigadas desde hace generaciones en la ciudad.
Son imágenes icónicas que cada año se repiten en los medios. Con ellas vemos que todas las religiones, pese a sus distintas manifestaciones, se basan en un código ético cuyo principio básico es la solidaridad y la búsqueda de la felicidad en común. Así, las tradiciones religiosas pueden favorecer que sus seguidores vayan más allá del interés propio para alcanzar un mayor bien colectivo, contribuyendo a la paz y a la cohesión social.
Desde los canales oficiales se busca la representación de las distintas culturas de Ceuta con actos oficiales, con presencia de representantes de la Administración y de cada confesión en los actos que organizan unos y otros, con señalización en las calles de los edificios religiosos y con la financiación de actividades que fomenten el conocimiento mutuo. El fin es que jóvenes y mayores de cualquier cultura se sientan representados y valorados como parte de la vida ciudadana de Ceuta, además de conocer y apreciar las confesiones diferentes a la suya. Estos actos de convivencia se convierten en generadores de espacios comunes y de interacción social de todos los grupos, creando patrimonio común para todos los ceutíes. Solo la cultura, la comprensión y la convivencia permiten superar miedos y desconfianzas irracionales.
Diferentes pero iguales
Pero más allá de los actos oficiales y las fotos de los medios, está la realidad de la convivencia entre ceutíes. En el día a día, nos unen muchas más cosas de las que nos separan. El saludo que nos damos cada mañana en el ascensor, el parque al que llevamos a los niños, la pastelería donde vamos a comprar la breua o el bar en el que nos sentamos a tomar el café, el té o el zha-zha. Nos felicitamos las fiestas propias de cada uno y nos alegramos por las bodas y nacimientos de nuestros vecinos y amigos tanto como nos entristecemos por un fallecimiento en su familia.
Desde muy pequeños, ceutíes de todas las confesiones prueban el borrego de la Fiesta del Sacrificio y comparten para siempre el recuerdo de ese sabor como un momento especial. Además de las tradiciones de gastronomía propia de cada cultura, la cocina ceutí se nutre de los productos del mar que tan cerca tiene, de las especias que desde siempre se pueden encontrar en el puesto de Musa (o Moisés) en el mercado central y de la fusión de sabores mediterráneos comunes a todos. Y, por supuesto, todos hacemos nuestro paquetito de frutos secos para disfrutar en el campo el Día de la Mochila.
A pesar de que gran parte de los ritos se celebran en la intimidad de la familia, hay muchas oportunidades para conocer y apreciar las tradiciones de las distintas confesiones. Si uno se encuentra en un cafetín al atardecer del mes de Ramadán, probablemente recibirá la invitación a compartir la mesa para romper el ayuno como uno más. Las amigas de la universidad acuden con sus elegantes caftanes a la boda de una de ellas y participan en la emotiva ceremonia de la henna. Un chico celebra su Bar Mitzvah y hasta sus amigos gentiles aprecian cómo parece haber madurado por sus nuevas responsabilidades.
Paula López, estudiante de 19 años, recuerda que dos compañeras hindúes del colegio la invitaron a celebrar el Diwali. “Estuve muy a gusto celebrando esa fiesta con ellas y me sentí como si fuera de su familia”. Incluso con su clase de danza representó un baile hindú frente al templo. “Luego entramos y me resultó muy interesante y bonito”. Paula, como gran parte de la población ceutí, tiene familia en Marruecos y también ha vivido algunas celebraciones de la cultura musulmana en las que, recuerda, “lo pasé fenomenal y me sentí muy a gusto”.
Cuatro culturas
Pese a que se suelen denominar las cuatro culturas como cristiana, musulmana, hindú y judía, el factor religioso no es el único determinante. Los grados en la práctica religiosa van desde la más estricta religiosidad hasta aquellos no practicantes, que consideran que la denominación es más una cuestión de identidad cultural. En efecto, la designación se refiere a las culturas y a la huella que dejan en la vida de la ciudad en muchos más campos, como el cultural, el comercial o el urbano.
Esa huella pasa a pertenecer a todos los ceutíes tanto como saber que cuando empieza la época de los pinchitos, ya es verano. Quien haya visitado el Baluarte de la Bandera sabe que, bajo el suelo de las antiguas discotecas, hay restos arqueológicos que comparten elementos constructivos desde la época bizantina, pasando por arquitectura califal, hasta las fortificaciones portuguesas. Todas ellas han servido para configurar en mayor o menor medida la ciudad y son visibles en la actualidad, con sus diferentes formas de construir y sus estilos personales, pero unidas por un mismo cemento y con el mismo objetivo: mejorar Ceuta y la vida de sus habitantes.
El cemento de los ceutíes es lo que hace que se levanten mirando por la ventana para saber si hoy sopla de poniente o de levante y ver si es buena idea poner la lavadora, o decidir si es mejor salir a pescar por la bahía norte o por la sur.
El futuro es de todos
La importancia de vivir en un ambiente de diversidad y diálogo desde jóvenes es una de las mejores plataformas para el desarrollo de la sociedad. Aunque el conocimiento del otro por sí mismo no garantiza el diálogo, es un requisito indispensable. Tal como señalan los autores Moliner y Aguilar en “Las tradiciones religiosas en los libros de texto”, “si este conocimiento se ofrece con espíritu crítico y con la empatía necesaria, tiene todas las garantías de favorecer una cultura del diálogo que posibilite la vida en común y el intercambio cultural”.
Ningún territorio puede prosperar, ni económica ni socialmente, si su población vive en conflicto o aislada dentro de sus comunidades. La diversidad, la riqueza, la convivencia, el respeto y la implicación por conocer y entender a todos los miembros de la sociedad es un potente atractivo tanto para turistas como para empresas nacionales e internacionales. Un territorio en el que las distintas idiosincrasias comparten valores fundamentales y aportan conexiones con numerosos lugares del mundo es la mejor plataforma de crecimiento para una ciudad limitada en los sectores primario y secundario. Marta Muñoz, estudiante y trabajadora de 22 años, destaca la capacidad de Ceuta para “adaptarse a los cambios y a los nuevos tiempos, recibiendo siempre a todo aquel que quiera formar parte de ella”.
Los jóvenes que cuentan con ese bagaje cultural tienen la oportunidad de desenvolverse mejor en cualquier situación que quien no haya vivido en un entorno multicultural. La empatía, la solidaridad y la flexibilidad son características que les permitirán comprender más rápidamente y adaptarse mejor al futuro globalizado. Algo que los propios jóvenes saben valorar, como Marta, que agradece “que las cuatro culturas formen parte de nuestra pequeña perla del Mediterráneo, brindándonos siempre su cariño, su rica gastronomía, sus colores y sus costumbres. ”
Durante el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial (21 de marzo) el Secretario General de la ONU, António Guterres, subrayó el destacado rol que juegan los jóvenes, cuyas actitudes y comportamientos “marcarán la forma y el aspecto futuros de nuestras sociedades en la lucha contra el racismo” y les emplazó a enseñar a todo el mundo “que todas las personas nacen iguales”. Esta declaración, sin embargo, no puede hacerse realidad sin el refuerzo formativo guiado por profesores preparados que ayuden a los jóvenes a desarrollar el pensamiento crítico.
El pensamiento crítico
La convivencia diaria con otras culturas es un factor fundamental y un privilegio con el que cuentan los jóvenes de Ceuta. Sin embargo, no siempre son suficientes para prevenir las dinámicas de racismo y xenofobia, ni para garantizar que en el futuro la sociedad reflejará el mismo nivel de convivencia que durante la primera infancia, cuando los prejuicios no han sido todavía aprendidos.
Cualquier niño sabe que todos sangramos del mismo color cuando nos caemos, todos reímos si nos hacen cosquillas, todos nos emocionamos igual si gana nuestro equipo y todos lloramos lágrimas saladas si perdemos a un ser querido. Sin embargo, las actitudes de las personas que forman el entorno cercano de cada joven, los medios de comunicación y las redes sociales pueden ser vehículo de actitudes contrarias a la tolerancia y el entendimiento. Por ello, es fundamental desarrollar el espíritu crítico de manera formal y consciente.
“Es importante que los y las alumnas sean capaces de reflexionar sobre el mecanismo de funcionamiento de los prejuicios y de los rumores, sobre las consecuencias que estos tienen para las personas víctimas de los mismos y para la sociedad en su conjunto, y sobre la importancia de filtrar la información que recibimos y adoptar buenas habilidades comunicativas para hacer frente a los rumores”, establece el Mugak, el Centro de Documentación sobre Racismo y Xenofobia de Guipúzcoa.
Una de las iniciativas más exitosas es ‘No More Haters’, impulsado por la FAD (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción) y Maldita.es con la colaboración de Google.org. El proyecto analiza, sensibiliza y forma a jóvenes de entre 14 y 29 años para que puedan identificar y superar el discurso del odio, tanto como víctima como observador o, incluso, como ejecutor y transmisor. El proyecto cuenta con una aplicación que ayuda a saber localizar este tipo de discursos, a evitar prejuicios y estereotipos, detectar bulos, fomentar el diálogo intercultural y a dar herramientas de juicio crítico para las interacciones online.
Herramientas como estas son un paso más de los muchos que cada día los jóvenes ceutíes pueden dar para luchar contra estereotipos externos, que no se corresponden con los rostros y nombres que comparten pupitre en las aulas cada día. El mar que nos rodea a todos nos hace pertenecer a un territorio pequeño y peculiar, con mucha historia y mucha cultura que, es cierto, no conocemos del todo pese a tenerla al lado, pero también mucha otra que nos une. Los jóvenes, más que nunca, tienen oportunidad de conocer y reforzar los lazos de amistad que inician en primaria, para seguir construyendo una sociedad a la vanguardia de la multiculturalidad.
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Campaña de sensibilización y concienciación social para la puesta en valor del carácter multicultural de la ciudad de Ceuta.
"Todas las culturas, de un modo u otro, reflejan necesidades humanas comunes.
Todas las culturas, sin distinción, se unen en el amor por la familia, en el respeto a la vida, al trabajo, a los mayores, a los niños y a las niñas, a los hombres… y a las mujeres.
Todas las culturas, tienen elementos que unen, por encima de elementos que separan.
Ceuta, es el ejemplo perfecto de multiculturalidad y convivencia. Ceuta, es ese lugar donde, en un simple paseo, puedes sentirte cristiano, musulmán, hebreo, hindú o lo que quieras… porque cada rincón de esta tierra, respira de cuatro formas diferentes… y de alguna más, también presente.
Ceuta, es una encrucijada de vida única, diferente, exótica, original, abierta, cosmopolita, amable, hospitalaria, diversa…
Y es que Ceuta es todo… TODO LO QUE NOS UNE".
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Consejería de Educación y Cultura
Centro Asesor de la Mujer
Pacto de Estado contra la violencia de género