Historias de amor que nos devuelven la esperanza a las puertas de San Valentín

Historias de amor de todos los tiempos.

A las puertas de San Valentín, recordamos cuatro historias de amor reales (que no son Romeo y Julieta), que nos reconcilian sin dudas con el arte de amar. 

Si bien Benito Pérez Galdós decía que el amor es “un arte que nunca se aprende y siempre se sabe”, otro artista de la palabra (y del amor) como Óscar Wilde consideraba que para lograr ese arte del amor hacían falta otras esencialidades: “En el arte, como en el amor, la ternura es lo que da la fuerza”, reconocía el autor de El retrato de Dorian Gray.

Frases sobre el arte de amar se han escrito muchas; el amor es sin duda alguna la piedra angular de la literatura de todos los tiempos. Pero no solo de palabras vive el hombre, sino de decisiones. Y el amor -como decía Erich Fromm en El arte de amar- no es solo “un sentimiento”. “Si el amor fuera solo un sentimiento, la promesa de amarse para siempre no tendría sentido, porque los sentimientos van y vienen. Amara es una decisión, es un juicio, es una promesa”.

Y esa promesa del amor eterno parece que se la grabaron a fuego algunos de los amantes que protagonizaron las historias de amor que nos hacen seguir creyendo que Cupido no es solo la mascota de San Valentín. A las puertas del día en el que más corazones de chocolate (y de peluche) se regalan, recordamos cuatro historias de amor verdadero (que no son Romeo y Julieta).

Of Love and Russia (1989) recoge la historia de amor de Irina y Woodford McClellan. Ella una joven rusa; él, un profesor estadounidense. Se casaron en 1974 después de algunos años de noviazgo. Pero apenas tres meses después de la boda, la política les obligó a estar separados, debido a que él se vio obligado a salir de la Unión Soviética. Tuvieron que pasar once años de lucha política y burocrática para que los recién casados pudieran volver a reencontrarse. No fue hasta 1986 cuando ella logró permiso para entrar en Baltimore y el matrimonio pudo volver a estar unido.

El diario de Noa es probablemente una de las historias de amor en el cine que más pañuelos de lágrimas ha llenado. Y es que la historia en la que se basa la película es también de amor con mayúsculas. Jack y Phyllis Potter, de 21 y 19 años, se conocieron en un baile durante la Segunda Guerra Mundial. Durante décadas fueron un feliz y unido matrimonio con la peculiaridad de que todo lo que vivían lo dejaban registrado en un diario. Una enfermedad de demencia en ella obligó a ingresarla en una residencia, por lo que Jack acudía cada día a leerle el diario de toda una vida. Setenta años de amor que la enfermedad no iba a llevarse.

Dulce Lorraine es la canción que Fred Stobaugh le compuso a su esposa Lorraine a su muerte, después de llevar76 años de matrimonio. El estudio Green Shoe dio a conocer este tema que se convirtió en icono del amor.

Y para terminar, y aprovechando que este viernes, día 11, se celebraba el ‘Día de la mujer y la niña en la ciencia’, la historia de amor que vivió una de las mayores científicas de todos los tiempos: Marie Curie. Curie es el fiel reflejo de una pareja unida por su pasión, la ciencia. Piere no fue solo su compañero de profesión sino que se convirtió en su marido y padre de sus hijas. Él, protestante, francés y respetado jefe del laboratorio de la Escuela de Física de París. Ella, atea, polaca, y de raíces humildes. Pero logró licenciarse en Física y Matemáticas y ganar el Nobel. La ciencia los unió y juntos formaron una familia y aportaron a la ciencia grandes descubrimientos como el radio. Pero él murió atropellado por un carro de caballos y la vida deja de tener para ella el sentido y el camino por el que había transitado hasta entonces. La escritora Rosa Montero tiene un imprescindible libro en el que recorre la experiencia vital de estos dos científicos. ‘La ridícula idea de no volver a verte’ (2013, Seix Barral), un alegato a la ciencia pero, por encima de todo, al amor.