África, un canto a la vida desde su complejo mundo musical
El 25 de mayo se celebra el Día de África. Pero África además de la imagen que proyecta, siempre en patrones muy similares, nos regala otras variantes. Como un complejo mundo musical, al que nos acercamos conociendo su cultura.
“Siempre nos cuentan las mismas cosas de África, pero no nos cuentan que, por ejemplo, solamente en Tanzania hay 115 grupos étnicos, cada uno de ellos con su propia lengua vernácula, y todos ellos en el país hablan suajili, la lengua franca con la que se comunican también en Kenia, Ruanda-Urundi, norte de Mozambique, en el este de la República del Congo... Y es curioso ver la relación tan estrecha que hay entre lenguaje y música”. Estas palabras las pronunciaba Polo Vallejo, etnomusicólogo y compositor, experto en música africana, quien fue el encargado de presentar ‘África inspira a Occidente’.
‘África inspira a Occidente’ era un programa didáctico cuyo objetivo fue acercar la música africana a los países occidentales, poner en valor la fuerte intensidad emocional que tiene la música africana y qué influencia ha dejado en países como España. Hace ya cinco años que este programa fue puesto en marcha por la Fundación Juan March, a través de diversos recitales en los que se mostraban algunos de estos ritmos y melodías.
Sin embargo, estas investigaciones no han perdido un ápice de contemporaneidad, sino más bien lo contrario pues la música se ha convertido estos días más que nunca en un elemento integrador de la cultura, que supera al propio desarrollo lingüístico, pues cuando las barreras idiomáticas se levantan entre dos mundos, la música hace que desaparezcan uniéndonos en un lenguaje más universal, el de las emociones.
Instrumentos musicales
Prueba de este lenguaje universal son algunos instrumentos musicales africanos, que o bien se han incorporado a la música occidental o bien destacan por su exclusividad y su sonido universal. Por supuesto es el caso de los tambores, tan representativos de la cultura africana, que tanto hablan de sus raíces, como el yembé o djembé, ese tambor en forma de copa que procede de África Occidental y que es especialmente popular en Senegal, Guinea Conakry y Burkina Faso. Está construido con madera y una piel de cabra que se tensa utilizando cuerdas. Se golpea en el centro, produciendo sonidos más graves y después en los bordes genera sonidos más agudos.
O el atumpan, una pareja de tambores ewe, donde uno resuena agudo y el otro grave, al ser golpeados con baquetas de madera curvada con el pico redondeado. Se les denomina ‘tambores parlantes’ porque están afinados en los tonos de la lengua hablada.
Pero además de los tambores, está por ejemplo la kora, una mezcla de laúd y arpa que consta de una caja de resonancia formada por media calabaza de gran tamaño de la que sale un largo mástil al que van atadas 21 cuerdas de tripa. El músico puntea las cuerdas con los dos pulgares, mientras que con los otros dedos sujeta el instrumento agarrando dos palos fijos situados a ambos lados del mástil. Suele acompañar el acanto de los griots, que es como se denomina a los poetas y cronistas del lugar.
La sanza, mbira o likembe es un idiófono formado por varillas de metal sujetas sobre una caja de resonancia, que suenan cuando se pulsan con los dedos pulgares. Muy extendido por gran parte de África negra, principalmente en Tanzania y Zimbawe, suele utilizarse como acompañamiento de cuentos y fábulas.
En cuanto a ritmos son tantos que destacar algunos es siempre quedarse cortos. Pero por citar hay ritmos que han trascendido como el Baba Shibaba, un ritmo festivo procedente de una zona fronteriza entre Yola (Nigeria) y Garoua (Camerún). O los Sonsorné, de Guinea Conakry, muy característico de las danzas. En definitiva, músicas que hablan de la vida y es que, como explican desde la Fundación Juan March, “desde el punto de vista musical los rasgos más sobresalientes de la música africana son su intensa relación con la vida y la complejidad rítmica, aunque también presenta rasgos de delicadeza e intimidad”.