Dar una respuesta lo más óptima posible y obtener unos resultados acordes a lo exigido

Prevención proactiva como punto de partida

La sociedad evoluciona con el paso del tiempo. Dicha evolución social no solo desencadena una necesidad sino también una obligación de todos los servicios de emergencias que intervienen en una calamidad o catástrofe pública, los cuales tienen que adaptarse a ese cambio evolutivo.

La prevención es la clave

 

En la actualidad, los distintos servicios de emergencias (policiales, sanitarios, bomberos, protección civil, etc.), independientemente de las respuestas reactivas que desarrollen ante determinadas circunstancias, deben de hacer un trabajo amplio en el ámbito de la prevención.

 

No hay que ceñirse a actuar una vez pasado algo, sino también hacerlo para que ese algo no pase…y si pasa, minimizar considerablemente sus consecuencias. Todo ello hace necesario que se trabaje sin cesar en una prevención-proactiva, que permita el aumento de la eficacia y se consuma íntegramente ese compromiso social en el que están inmersos.

 

En muchas ocasiones no tendrán que esperar a que el trabajo les llegue, sino que se tiene que buscar permanentemente ese trabajo; como dice el proverbio chino: “Excava el pozo antes de que tengas sed”.

 

Los servicios de emergencias deben de estar perfectamente estructurados, organizados y coordinados. Todo ese engranaje ha de estar complementado con la adquisición de ciertos conocimientos, que ayudarán a ofrecer una respuesta efectiva ante determinados acontecimientos.

 

En ese sentido, el concepto preventivo debe ser explotado por todos los servicios que intervienen en una emergencia, si atendemos a su específica definición: “medida o disposición que se toma de manera anticipada para evitar que suceda una cosa considerada negativa”.

 

Hay que escrudiñar aquellas emergencias que sean previstas o imprevistas. Es decir, cuando hablamos de aquello que sabemos con suficiente antelación y que puede prepararse para su acometimiento; pero también de lo inesperado, como pudiera ser un accidente humano intencionado o producido por una imprudencia.

 

En ese sentido, las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación ofrecen en la actualidad una ayuda importantísima, porque se puede saber de antemano la existencia de riesgos (inundaciones, temporales, etc.).

 

Los recursos deben ser adecuados a la magnitud y tipo de riesgos

 

La atención y gestión eficaz de las emergencias debe complementarse con la elaboración e implantación de planes de actuación y protocolos operativos de intervención, así como con la necesaria formación.

 

Dicho esto como materia introductoria, cuando hablamos de una emergencia en términos preventivos, debemos considerar la existencia de tres fases claramente diferenciadas pero unidas entre sí: “antes”, “durante” y “después”.

 

 

FASE “ANTES”:

Los expertos en seguridad integral son profesionales con una formación avanzada

Los diferentes municipios crecen y crean nuevas y mayores expectativas, que sin duda provocarán su evolución, así como cambios y nuevas situaciones sociales y económicas que conllevan que la seguridad ciudadana tenga que constituirse como uno de sus pilares.

 

Un pilar que permita que esos cambios se desarrollen con naturalidad y sin que se produzcan problemas que puedan afectar negativamente a la ciudadanía y a su calidad de vida. Por consiguiente, los servicios de emergencias están adquiriendo un papel vital en las tareas de mantenimiento y protección social. Por lo tanto, ante el marco situacional actual, se hace necesario que esos servicios se adapten y mejoren para ofrecer tanto calidad como efectividad.

 

Es ineludible la inclusión de nuevas técnicas y tácticas, de materiales complementarios, de unidades especializadas, etc…que permitan desarrollar la tarea protectora con mayor garantía y profesionalidad, con el fin de conseguir unos resultados más satisfactorios.

 

En lo que al personal que integran los servicios de emergencias se refiere, es imprescindible que alcancen ciertos conocimientos para asimilar los procedimientos específicos de la labor desarrollada. Es decir, adquirir una serie de hábitos e interiorizar los patrones de intervención, de forma que las actuaciones salgan de forma automática.

 

Por otro lado, el manejo del estrés ha de ser óptimo. Los profesionales deberán saber controlar en todo momento sus emociones, redundando todo ello en una mejor prestación de los servicios encomendados y ejecutados.

 

Hay que ser conscientes que todo puesto de trabajo que implica una relación con la ciudadanía tiene unas características intrínsecas, siendo una de ellas la propia imagen ofrecida, la cual refleja el trabajo de la administración ante la sociedad.

 

La formación ha de ser periódica y permanente

 

De modo que se consoliden los conocimientos adquiridos y se perpetúen en el tiempo siendo la formación la piedra angular de todo lo que debe desarrollar el profesional de la seguridad.

 

Actualizar continuamente los conocimientos relacionados con la actividad a desarrollar es una apuesta a “caballo ganador” de su trabajo diario. Te dota de herramientas para solventar los inconvenientes que surjan.

 

Téngase en cuenta que hablamos de servidores públicos por lo que han de contar entre sus cualidades con las dosis necesarias de asertividad, empatía y educación cívica, así como una necesaria cualificación. Recursos nada desdeñables a la hora de abordar las situaciones de emergencias.

 

Por lo tanto, y resumiendo la fase de “antes”, se necesita un adiestramiento continuo y permanente que consolide los conocimientos prácticos y teóricos adquiridos. Debiera ser un proceso obligatorio ya que todo ello permitirá una correcta estructura, coordinación y organización. La formación profesional debiera ocupar un lugar preeminente, planificándola, programándola y ejecutándola con criterios realmente especializados para su optimización y ajuste a las necesidades.

 

La máxima “el saber no ocupa lugar” es perfecta para sintetizar lo que planteo: tener formación implica saber lo máximo para aplicar lo mínimo. El conocimiento te dota de herramientas y cuantas más tengas, de más recursos dispones para emplearlos o adecuarlos cuando correspondan. El hecho de que adquieras y desarrolles unos conocimientos específicos, te proporcionará el dominio de lo que haces.

 

Este entrenamiento lo incluyo en la fase ANTES porque sin duda es una medida preventiva que se toma antes de que algo surja, para abordar esas situaciones con mayores garantías.

 

Otro tipo de actuaciones preventivas:

  • Realización de simulacros

  • Instruir a la sociedad para que sepan cómo actuar ante una emergencia

  • Desarrollar campañas de concienciación ciudadana

  • Ejecución de planes de emergencias y conservación de medios empleados

  • Establecer protocolos de actuación

  • Elaboración de informes de riesgos

  • Colocación estratégica de material contra incendios en un edificio por si se desencadenara un fuego

  • Limpieza de arquetas para que el agua no se acumule en caso de lluvia, etc.

 

FASE “DURANTE”:

Tener claro cómo actuar es imprescindible

Esta fase engarza perfectamente con la anterior, ya que todo lo que se haya realizado en la primera, repercutirá considerablemente “durante” el desarrollo de la incidencia.

 

Como ejemplo esclarecedor, podemos señalar los protocolos de actuación que previamente se han establecido. Algo que permitirá llegar al lugar de los hechos y actuar como se ha pensado, y no llegar y ponerse a pensar en cómo actuar. Ayudará a contener la emergencia y a proteger a las víctimas. Asimismo, reducirá los tiempos de respuesta lo que redundará en más vidas salvadas.

 

Los servicios de emergencias deben tener unos conocimientos específicos de la materia que aborden “durante” la problemática surgida, ya que eso proporcionará cierto control.

 

Saber lo que tienes que hacer y cómo lo tienes que hacer reduce el estrés y la ansiedad a la hora de enfrentarte a una intervención, lo que dará mayores garantías de una resolución satisfactoria.

 

Los "breafing” son muy recomendables, antes y después de cada jornada laboral

 

Cada servicio que se lleve a cabo debe estar contemplado en un dispositivo previo de actuación. En el mismo tiene que estar reflejado unas medidas preventivas, de contingencias y de respuestas. El éxito de un dispositivo radica principalmente en una acertada planificación, y en la vigilancia posterior para que esa planificación se lleve a efecto.

 

Imaginemos un centro escolar donde los docentes impartieran la materia que se les ocurriera cada día, sin programaciones ni unidades didácticas previamente elaboradas para tal fin. Los alumnos no seguirían un patrón que beneficiara a la educación de los mismos, llegando un momento en que los profesores se quedarían sin recursos motivando falta de atención y desmotivación, repercutiendo de modo negativo en todo el proceso de enseñanza-aprendizaje.

 

En el ámbito de la prevención sería lo mismo: hay que evitar en todo lo posible la improvisación en las tareas de emergencias a desarrollar, teniendo esa guía que oriente las actuaciones.

 

Es necesario tener un alto grado de adaptabilidad al servicio encomendado, una estructura moldeable que varíe en función de las necesidades. Poseer una capacidad multidisciplinar que permita adecuarse al medio y cumplir las funciones en una diversidad de servicios y lugares.

 

Los profesionales de los servicios de emergencias (y demás integrantes, como los auxiliares y voluntarios) han de reunir unas características propias de actitud y conducta que les permitan desarrollar el complejo elenco de sus funciones. Deberán tener en cuenta la sensibilidad de la opinión pública y la fuerte exigencia emocional que conllevan dichas funciones.

 

La concreción de las actitudes, aptitudes, habilidades, capacidades y comportamientos esperados y exigibles es el primer paso para la optimización de los recursos. Han de conocer las pautas que regirán su actuación profesional, y esto conlleva, además del incremento de la profesionalidad del individuo, un aumento de la seguridad jurídica y una transparencia en la gestión que a su vez deviene en la normalización y homogeneización de los procedimientos.

 

Es obvio también, que en cuanto a material se refiere, se necesita de unos conocimientos mínimos para su correcto uso, para que redunde eficazmente en la fase “DURANTE”.

 

Los servicios de emergencias, tienen que desarrollar habilidades sociales, para aumentar la capacidad de comunicarse adecuadamente con las demás personas de su entorno, ya que es un aspecto fundamental. Se complementa con las competencias que les permita influir positivamente sobre los demás, resolver conflictos y trabajar en equipo.

 

En esta fase no solo se trabaja para controlar algo que ya ha pasado, sino también para que no sigan sucediendo más cosas, evitando así que la crisis generada se extienda. Por ejemplo: un incendio en un monte donde se realiza un cortafuego in situ para conseguir frenar su expansión o el establecimiento de un perímetro de seguridad en la consumación de un atentado terrorista para evitar que alguna persona se dirija hacia una zona donde se prevé que pueda haber un artefacto explosivo.

 

Para el control situacional, hay que estar indudablemente ordenados. No se puede coordinar o gestionar nada si no se está previamente ordenado.

 

 

FASE “DESPUÉS”:

Analizar lo sucedido para mejorar la respuesta

“Si me caí es porque estaba caminando. Y caminar vale la pena, aunque te caigas

Eduardo Galeano

 

La prevención en términos de emergencia no es un servicio íntegramente primario o embrionario. Al contrario, está presente en toda la gama de actuación. Lo hemos visto en las fases anteriores, la de “ANTES” y “DURANTE”, y lo vamos a ver en esta fase también.

 

En la tercera y última fase la prevención sigue estando muy presente, y la misma no ha perdido ni un ápice de importancia.

 

A pie de campo, la mejor respuesta, una vez terminado el incidente, es activar todos los mecanismos que permitan una vuelta a la normalidad oportuna.

 

Los juicios críticos constructivos y las propuestas de mejora, que permitan su estudio, análisis y posterior implantación de las conclusiones extraídas, evitará la consumación de errores o conseguirá el perfeccionamiento del servicio realizado. Todas estas acciones siguen siendo medidas preventivas.

 

Hay que aprender de la experiencia y de los errores que pudieran haberse cometido

 

Merece, y mucho, ese sacrificio, esa entrega, esa asunción de aciertos y de fracasos, ese enriquecimiento de la experiencia que conlleva caerte y volverte a levantar, caminar y mirar el viaje realizado. Tras todo eso se encuentra el cuidado de la integridad, de la vida, de los bienes…de las personas, y no hay mayor satisfacción que la de pensar que diste todo lo que pudiste dar.

 

“La inteligencia consiste no solo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica”

Aristóteles

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El autor, Daniel Rodríguez Castillo, es responsable del Grupo Operativo de Apoyo y Prevención (G.O.A.P.), de la Policía Local de Los Barrios (Cádiz); Máster en fenomenología terrorista y prevención epidemiológica por la Universidad de Granada. Máster en Protección Civil y Gestión de Emergencias (Universidad de Valencia). Colaborador de la Red SAFE WORLD