Planificación en los servicios de emergencias
En una sociedad avanzada, los servicios de emergencias tienen que tener una respuesta reactiva ante determinados problemas. Además, deben hacer un trabajo amplio en el ámbito asistencial.
Por ello, una prevención práctica y proactiva es fundamental: permite no solo actuar cuando pase algo, sino también hacerlo para que ese algo no pase, y si sucede, minimizar considerablemente sus consecuencias.
En el presente artículo me propongo explicar cómo los servicios de emergencias no deben esperar a que el trabajo les llegue, sino que deben buscar incesantemente ese trabajo.
Conceptos de riesgo y amenaza: la vulnerabilidad
Está claro que la seguridad absoluta no existe, ni nada que pueda garantizarla.
Es imposible eliminar el riesgo al completo. Siempre quedará el residual que, obviamente, debe de ser asumido.
La amenaza es aquello con capacidad de causar un daño y la vulnerabilidad es la poca o nula defensa ante ese daño.
Por ejemplo, la amenaza sería un incendio en un establecimiento, y la vulnerabilidad, la inexistencia de medidas de protección pasivas como extintores, alarmas, puertas de emergencia, etc…
A mayor vulnerabilidad, mayor es el riesgo. Y para prevenir ese riesgo, hay que tener en cuenta los tres pilares de la protección:
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Anticipación
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Identificación: reconocer el problema (lo que tengo delante).
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Resolución: darle solución.
Paralelo al riesgo hay una amenaza y una o más vulnerabilidades
La sociedad ha evolucionado, por tanto los servicios de emergencias no solo tienen la necesidad sino también la obligación de adaptarse a esas nuevas demandas sociales y dar respuesta a los nuevos problemas que surgen.
Necesidad de protocolizar
Cada vez es más frecuente la realización de actividades que ocupan la vía pública (deportivas, festivas, culturales, religiosas, etc…), y que conlleva la presencia de una gran cantidad de personas. Las actuaciones, en estos casos, requieren de una formación especial (distinta a la ordinaria), para su correcta ejecución.
La filosofía de trabajo en el servicio público pasa por tener claro que cuando no se está ahí, se debe de ir hacia ahí si es necesario para salvar vidas. Es decir, no debemos huir del fuego, tenemos que correr hacia el mismo si sabemos que hay vidas en peligro. No bajar escaleras, las tenemos que subir.
Entiéndase que ante la posibilidad de que surjan situaciones complicadas debemos protocolizar las diferentes intervenciones que sean más adecuadas y convertirlas en normas de obligado cumplimiento.
Con esa formación, llegaremos al lugar de los hechos y actuaremos como hemos planificado. Lo que no debe hacerse es llegar a una emergencia y ponernos a pensar en cómo actuar, perdiendo un tiempo crucial.
Con el adiestramiento y, por lo tanto, sabiendo lo que tenemos qué hacer, ahorramos tiempo de reacción, ganando en capacidad de respuesta.
El tiempo en una emergencia salva vidas
En una situación hostil, esos protocolos de actuación que previamente hemos establecido y entrenado, hará que psicológicamente tengamos el 90% de la intervención solventada.
La mera presencia física con el uso de estrategias, técnicas y tácticas puede llevar al control situacional. Y ese es nuestro éxito: resolver un problema con una mínima injerencia.
Garantizaremos la seguridad tanto nuestra, como del ciudadano/a.
Transmitir control de lo que haces, sin dudas, sin preguntas, sin dilación…evita que se genere tensión en los demás, lo que también ayudará en la resolución de la incidencia.
El equilibrio psicológico
Debe practicarse el manejo del control
Decía Napoléon: “La moral es a lo físico, como el tres es al uno”, refiriéndose a la importancia del aspecto psicológico sobre el físico.
Los servicios de emergencias tienen que poner orden en el desorden.
Parecer que hacen lo común en situaciones fuera de lo común, transmitiendo seguridad.
Sentirse cómodo en la incomodidad…en definitiva, tienen que saber gestionar el caos. No podemos ordenar algo, si previamente nosotros no estamos ordenados. No podemos controlar nada, si nosotros no estamos previamente controlados.
Un buen servidor público debe ser un buen gestor de las emociones: un buen controlador del estrés.
Se deben contemplar las diferentes situaciones y entrenarlas, ya que se necesita adquirir una serie de hábitos que ayuden a automatizar los patrones de intervención. Asimilar los procedimientos específicos. Como el conducir: una vez aprendes a hacerlo, lo haces de forma automática, sin pensar en ello.
El trabajo en una emergencia (como en todos), tiene una parte positiva y otra negativa. Y cada parte a su vez, se divide a nivel interno y externo.
Parte positiva en una emergencia
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Nivel interno: satisfacción del deber cumplido, sentirse contento con uno mismo.
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Nivel externo: reconocimiento público a tu labor (una persona que te da la enhorabuena por tu trabajo, o te da las gracias por estar ahí).
Parte negativa en una emergencia
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Nivel interno: pensar que lo pudiste hacer mejor, que pudiste llegar más lejos. Miedo en determinadas circunstancias que hay que saber dominar.
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Nivel externo: Debemos saber gestionar el sufrimiento. Somos muchas veces comunicadores de malas noticias.
Tenemos que decirle a un padre que su hija ha tenido un accidente. O a una madre que su hijo ha sido detenido robando o con posesión de drogas. Y eso también te afecta anímicamente, ya que vemos todo lo malo de la sociedad.
Objetivo: garantizar la eficacia
Nuestra respuesta tiene que ser lo más eficaz y deseada posible, obteniendo el máximo rendimiento.
Cuando se habla de planificación, se debe de contemplar todos los aspectos en su totalidad, incluso los que surgen repentinamente y te obligan a actuar sobre la marcha. Pongamos como ejemplo a un binomio policial que recibe un requerimiento para actuar ante una discusión violenta de pareja: la idea es impedir que la situación vaya a peor evitando la agresión.
Durante el traslado hacia el lugar del hecho, los dos agentes debieran planificar la actuación repartiéndose roles, teniendo así claro quién interactuará con un miembro de la pareja y quién con el otro/a. De este modo, nada más llegar, procederán a separar a las partes enfrentadas, trabajando de modo individual con cada una, lo que permitirá adquirir más información acerca del origen del conflicto que si permanecieran juntos.
El mismo efecto debiera causar una buena planificación en un equipo médico que se dirige a un aviso por parada cardiorrespiratoria o cualquier otra emergencia. Con la información que se posea, planificar durante el traslado quién controlará la medicación y quién se pondrá de inmediato con la RCP (Reanimación Cardiopulmonar).
En definitiva, hablamos de reducir los tiempos de respuesta, transmitiendo garantía de servicio público eficaz a los ciudadanos al mismo tiempo que se evita, gracias a la prevención, cualquier incidente que pudiera desencadenarse.
Por otro lado, toda información que pueda recopilarse resultará esencial para enviársela a los mandos, centrales operativas, salas de entradas de llamadas, etc.
La información se trasladará a todos los actores implicados, durante las tres fases de la intervención: antes, durante y después…
La información debe recopilarse y trasladarse tanto en los servicios previstos, como en los imprevistos…teniendo en cuenta que en muchas ocasiones, los servicios de emergencias llegan a escenarios donde se desconoce lo que realmente está sucediendo (por ejemplo un atentado recién perpetrado).
La primera noticia que se tenga del suceso es la que activa el servicio, con lo que resulta esencial que sea lo más exacta posible. Lógicamente, debido a la urgencia del momento, es probable que no sea exhaustiva. Ya se continuarán recabando más datos a pie de campo, pero debe intentarse desde un principio que sea veraz.
No obstante, se debe prever la necesidad de distintos medios humanos o materiales, sobre todo en los casos en los que se sabe de antemano cuales serán esas necesidades, como espectáculos deportivos o de cualquier otra índole.
Los responsables de servicio no solo deben planificar y gestionar de forma eficaz, también deben mostrar a sus subordinados (y compañeros) que son capaces de llegar más lejos de lo que se imaginan.
Los jefes de equipo o departamento son los máximos garantes de generar la suficiente motivación para que los objetivos se cumplan.
Conclusión: el éxito radica en una acertada planificación
La planificación previa es muy útil
Se debe evitar la improvisación en las tareas a desarrollar con el conocimiento que guíe y oriente antes de cualquier actuación urgente.
Cabe destacar igualmente, dentro de la planificación, la información de la que ya hemos hablado. Hay que prestarle especial atención, porque es importantísima para satisfacer las necesidades operativas o abrir nuevas líneas de investigación.
No se trata de lo que se haga, sino de CÓMO se haga
Que las cosas pasen, o no pasen, no es producto de la casualidad, o de la suerte. Es producto del trabajo que hay detrás. Es decir, es fruto de la causalidad: relación causa-efecto.
En definitiva, la planificación (y si ha sido entrenada previamente mejor), te dota de herramientas. Cuantas más tengas, más recursos para solventar las intervenciones. Más dominio tienes de lo que haces. Ejecutas perfectamente la coreografía. Como un reloj…asumiendo con menos riesgos esa parte que obviamente no puede ser controlada en su totalidad, pero que deja patente que para minimizar problemas, todos deben saber lo que tienen que hacer y cómo lo tienen que hacer.
Podemos hacer un examen y aprobarlo con un 5 o con un 10. Nosotros, los profesionales de servicios policiales y de emergencias, debemos buscar el 10 en todas nuestras actuaciones.
El autor es responsable del Grupo Operativo de Apoyo y Prevención (G.O.A.P.), de la Policía Local de Los Barrios (Cádiz); Máster en fenomenología terrorista por la UGR. Máster en Protección Civil y Gestión de Emergencias (Universidad de Valencia). Colaborador de la Red SAFE WORLD.