El legado de Mario Bunge
El científico fue reconocido por su enorme valía con el Premio Príncipe de Asturias en 1982.
La voz de uno de los mayores genios que dio la sociedad contemporánea se apagó hace apenas unas semanas, después de haber cumplido la poco desdeñable edad de 100 años. Mario Bunge, calificado habitualmente como «el hombre más inteligente de Argentina», falleció a finales del pasado febrero en Montreal, ciudad en la que había residido desde que en 1966 se exiliara de su país de origen a causa del golpe de estado que derrocó el presidente Arturo Illia.
Para cuando se estableció en territorio canadiense, ya gozaba de un prestigio sólo reservado para los más brillantes científicos del mundo.
Inició sus estudios de física en el año 1937 en la Universidad de la Plata, donde también acabó cursando filosofía –disciplina a la que consideraba su auténtica pasión–.
Del mismo modo, ejerció como docente en aquellas aulas hasta que la dictadura le obligó, junto a muchos otros destacados estudiosos a huir del país.
Después de que a su mujer, la matemática Marta Bunge, le fuera ofrecida una beca post-doctorado en la Universidad McGill de Canadá, la pareja acabó por afincarse definitivamente allí. En el mismo centro el científico ocuparía la cátedra Frothingham, lo que le permitiría desempeñarse como profesor de lógica y metafísica.
Aún con la profunda tristeza de tener que abandonar su Argentina natal, siguió con el meticuloso plan que había trazado: Renovar la filosofía en arreglo a las ciencias, viendo como una necesidad que esta primera se construyera a partir de datos objetivos y contrastados, ajenos a cualquier tipo de creencia personal. El realismo científico al que se acogía, que hundía sus raíces en la interdisciplinariedad, fue uno de los aportes más importantes de toda su carrera.
Sus pretensiones intelectuales le condujeron a dedicar ingentes esfuerzos en triturar las pseudociencias, a las que consideraba una versión más actual del pensamiento mágico.
En pos de esta meta escribió su conocido libro ¿Las pseudociencias? ¡vaya timo! (2010), precedido por una abultada producción literaria
de más de medio millar de artículos así como un centenar de libros. Con él, se esfuma la lucidez y el ejemplo de un genio que puso sus saberes enciclopédicos al servicio una actitud revulsiva y con ánimos de cambiar el concepto de ciencia tal y como lo conocemos.