¡Qué bien te sientan los años!
Cada año en nuestro país se elaboran casi 2,4 millones de toneladas de pescado y marisco en conserva, lo que supone un valor económico de 7.100 millones de euros.
Todo este peso recae tan solo sobre aproximadamente ciento cincuenta empresas, situadas la mayoría en Galicia.
Existe un mito, que al contrario que otros muchos, resulta ser cierto. Cuando una lata de conservas de sardina se caduca, es generalmente desechada; sin embargo, este producto no perecedero puede ser consumido aun cuando la fecha sobrepase la fecha de caducidad impresa, siempre que la lata conserve su carácter hermético y no haya sido dañada.
Como con los mejores vino o quesos, en países como Francia, Italia o Canadá existe una cultura gastronómica basada en el consumo de sardinas maduradas en su lata. En estos países no existe el término de sardina caducada, y reciben el nombre de “Millèsimés”. Son latas que antes de su comercialización en el mercado, han estado unos años guardadas con el fin de que el producto mejore y en lugar de colocarse la fecha de caducidad a la que estamos acostumbrados aparece la fecha de añada, que corresponde con el año en el que el pescado fue capturado y envasado.
Lo que ocurre dentro de la lata torna a las sardina más melosas y delicadas, consecuencia de la impregnación y la actuación el aceite en el que se encuentran sumergidas. Se estima que el momento óptimo para el consumo de éstas se encuentra entre los cinco y diez años después del enlatado.
Podemos realizarlas nosotros mismos en casa a partir de una lata de sardinas en conserva de buena calidad, siendo lo idóneo que la conserva sea en aceite de oliva. Para poder asegurar que no se estropea el producto, éste debe colocarse en un lugar fresco, seco y ventilado, y además la lata debe ser volteada dos veces al año.