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Un día para luchar contra el sedentarismo y la obesidad

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado la guerra contra uno de los principales problemas de salud del mundo actual, la obesidad. Se estima que, en el año 2014, más de 1900 millones de adultos tenían problemas de sobrepeso.

Se entiende por obesidad o sobrepeso el aumento anormal de la grasa corporal, tenido repercusiones altamente perjudiciales para la salud de quien lo padece. En nuestro país, uno de los principales colectivos afectados son los niños. Ya en nuestro país encontramos que cuatro de cada diez niños tienen sobrepeso y solo el 36,4% de los más pequeños cumplen las recomendaciones de actividad física marcadas por la Organización Mundial de la Salud.

Los principales riesgos que la obesidad trae de la mano son las enfermedades cardiovasculares, siendo una de las más clásicas el conocido infarto. Pero no solo éstas, las enfermedades metabólicas como la diabetes tipo II o los problemas del sistema musculoesquelético también aparecen con una mayor incidencia en aquellas personas con obesidad, así como también se ha podido recientemente comprobar una mayor tasa de cáncer, especialmente de colon, mama o endometrio.

La tasa de crecimiento de este problema de salud resulta abrumadora si vemos como ha aumentado la tendencia en menos de 30 años. En la década de los 80, la tasa de obesidad global no llegaba a superar el 14%, mientras que hoy ya alcanza casi el 40%.

En este Día Mundial de la Obesidad, los expertos en pediatría y nutrición infantil hacen un gran esfuerzo en concienciar a padres, profesores, maestros y trabajadores de la hostelería en confeccionar dietas y menús equilibrados en los colegios. De la misma forma, recomiendan aumentar el número de horas de Educación Física en los colegios.

Los países del área mediterránea estamos abandonando la dieta milenaria que nos ha caracterizados y protegido. Una dieta rica en ingredientes de la huerta, de temporada y proximidad, en pro de una dieta de ultraprocesados y comida rápida importada en muchas ocasiones desde el otro lado del Océano Atlántico.

Y son, como se puede comprobar, los más pequeños los que prefieren las comidas rápidas envueltas en un marketing agresivo y un menor efecto saciante, que obligan al cerebro a pedir otra ración de alimento al no dar tiempo al procesamiento del alimento.

Para combatir esta enfermedad que se está convirtiendo en una de las principales lacras del siglo XXI, se debe mejorar -desde los niveles más bajos- la educación en salud y alimentación de todos los niños, población más vulnerable.