Regresar a la ‘slow life’ recorriendo las calles y las calas de Menorca
Hoy proponemos viajar hasta Menorca, donde visitar su Ciudadela y sus calas, pero sobre todo dejarnos envolver por los ‘ritmos lentos’ que tanto enamoran de la isla balear.
La pasada semana inaugurábamos esta tanda de propuestas turísticas para conocer nuestro país. Si entonces proponíamos recuperar nuestro lado más animal y adentrarnos en la reserva natural del Castillo de las Guardas, en la Sierra de Sevilla, hoy proponemos dejarnos engatusar por un ‘dolce far niente’ o, al menos, por una propuesta de vida más calmada.
Nos adentramos en la isla balear de Menorca, para disfrutar de hermosas y azules calas, pueblos blancos y espacios únicos. Pero todo ello bajo una premisa, la de dejar en el avión o en el barco nuestra vida apresurada y dejarnos enamorar por los ritmos lentos. Se conoce como 'slow life' a un movimiento que nació en Italia en los años 80 y que pronto se extendió por toda Europa. Su objetivo es abarcar la vida desde una perspectiva más pausada: reducir la marcha, alejar el estrés y disfrutar más de la vida, de cada pequeño pero valioso detalle.
Y Menorca es un lugar ideal para poner en práctica esta filosofía. No en vano es el destino elegido por muchos amantes de disciplinas como el yoga o la meditación, así como por aquellos que quieren liberarse de toxinas y embarcarse en lo que en los últimos años se ha conocido como una ‘escapada detox’: pasar unos días de desconexión sin tecnologías y comiendo sano.
Menorca es también reserva de la biosfera por lo que respirar aire puro está garantizado gracias a su rico paisaje y a su notable diversidad de hábitats mediterráneos, en la que viven especies de animales y plantas exclusivos en la isla, algunas de ellas en peligro de extinción.
Antes de enfrascarnos en una respiración profunda y un pasaje más calmado merece la pena, sin embargo, darse un paseo por la bonita Ciudadela menorquina, el segundo núcleo urbano más importante de la isla, con 27.000 habitantes. Pasear por el puerto hasta el Castillo de San Nicolás para después hacer una parada y tomarse algo en la Plaza del Borne o en la Plaza de Ses Voltes es una bonita experiencia que huele a noches de verano y te deja una sensación de calidez en la piel.
A los pies del Monte Toro, otro lugar imprescindible es Mercadal, un bonito pueblo ideal para adentrarnos en esa sensación de calma y paz. La localidad conserva prácticamente intacta su tranquilidad y esa arquitectura tan característica de la isla. Además acoge uno de los mercadillos más famosos de la isla. Su origen se remonta a la conquista de Menorca por el rey Alfonso III de Aragón a finales del siglo XIII. Ya a principios del XIV, por orden de Jaume II, se comienza a celebrar allí el mercado, que junto al de Mahón y al de Ciudadela es de los más emblemáticos de Menorca.
Además del mercado es recomendable visitar la iglesia parroquial de Sant Martí, de estilo renacentista y edificada en el siglo XIV, así como el aljibe, construido durante los años de la dominación británica por orden de su primer gobernante, Richard Kane. También se podrá programar una excursión hasta el cercano Monte Toro, la cota más alta de toda la isla, desde donde recorrer el santuario de la Virgen de Monte Toro (siglo XVII), patrona de Menorca.
Y volviendo a la necesidad de adentrarse en los ritmos lentos, otra propuesta llega de la mano de Torralbenc, una antigua finca agrícola transformada en hotel de lujo, sobre una loma rodeada de viñedos, en el municipio de Alaior. Dispone de una zona de bienestar pensada en “recuperar la armonía entre cuerpo y mente”, gracias a tratamientos como la “remagnetización de gemas y polvo de diamantes”, que elimina la contaminación y equilibra los chakras, o los “masajes con piedras calientes”. ¿Quién no va ya necesitando una escapada de desconexión y relax?